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El Orgullo Loco de Madrid: la reivindicación de un modelo psiquiátrico diferente
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¿Qué es la locura?

El Orgullo Loco de Madrid: la reivindicación de un modelo psiquiátrico diferente

El movimiento celebra el quinto aniversario de una protesta con la que quieren denunciar determinadas prácticas que consideran contrarias a sus derechos, como atarles a la cama o aislarles. También critican la sobremedicalización

Foto: Manifestación en defensa de la salud mental. (EFE)
Manifestación en defensa de la salud mental. (EFE)

Alberto Cordero decidió ingresar en un centro sanitario, pero pronto se convirtió en un ingreso involuntario. “Me quitaron el móvil, me encerraron en una habitación y empecé a llorar. Cuando se lo conté a la psiquiatra, me dijo que hasta que no parara de llorar no me dejaría salir de ahí”, describe. Esta es solo una parte de su relato, como el de tantos otros, plagado de acusaciones del “maltrato psiquiátrico” que sufren las “personas psiquiatrizadas”, tal y como ellas mismas se definen. Este 28 de mayo celebran el Orgullo Loco: “Queremos visibilizar y reivindicar que se dejen de vulnerar los Derechos Humanos en la práctica psiquiátrica, como las contenciones mecánicas (que te aten a la cama), los ingresos involuntarios o los aislamientos”, aduce Fátima Masoud, portavoz del colectivo.

Foto: La escritora Linda Bönstrom Knausgård. (Jasmin Storch)

No es nada nuevo en Madrid, pues este es su quinto aniversario manifestándose por sus calles. De hecho, es un movimiento internacional surgido en Canadá en 1993. Desde entonces, el movimiento antipsiquiátrico se ha organizado para cuestionar las enfermedades mentales, “porque según tu contexto económico, social y cultural han ido variando, como ocurrió con el colectivo homosexual y su despatologización”, añade Masoud. Ella misma aduce que el manual de diagnóstico mediante el que se rigen los psiquiatras, en los años 50 incorporaba una centena de diagnósticos. En su quinta edición, la última, la cifra se eleva hasta los 500. “El luto por una persona querida, si es más de un mes, ya es patológico…”, ilustra la portavoz.

A decir verdad, el consumo de psicofármacos se ha disparado tras la pandemia. España es el país del mundo en el que más tranquilizantes se consumen. “Se habla de salud mental, y está muy bien, pero no debemos olvidarnos de las violencias psiquiátricas también. Se siguen dando electroshocks, la mayoría de veces a mujeres, te atan a la cama, y la gente piensa que son excepciones, pero es muy importante saber que no son casos aislados”, incide Masoud.

El Orgullo Loco, así, es una forma de demostrar su orgullo al haber sido capaces de sobrevivir al sistema psiquiátrico, tal y como afirma su portavoz en Madrid. Ella misma habla de una de las peores consecuencias de ese sistema: “Se cometen muchos abusos sexuales dentro del mundo de la salud mental, pero no se denuncian porque el propio diagnóstico de la víctima invalida su testimonio”.

Foto: La pandemia de covid-19 ha disparado los casos de ansiedad o depresión. (EC)

Rafael Carvajal es un “activista loco”, tal y como se describe, de 57 años. Según su opinión, mucha violencia psiquiátrica tiene que ver con el desconocimiento de lo que es la locura. “Yo no soy ni violento ni incapaz. Escribo libros e imparto cursos. A parte de mi locura tengo trabajo, ocio y muchas cosas más”, se explica. Él es un claro ejemplo de cómo lo que se considera una enfermedad mental tiene sus raíces en el contexto socioeconómico. “Tuve una madre alcohólica y un padre que me pegaba. Eso es mucho más indicativo de cualquier problema que tenga que la hipótesis de que mis neurotransmisores están dañados de alguna manera”, reivindica.

Una de sus peores experiencias en España, pues ya había sufrido otra similar en Estados Unidos, tuvo lugar en un centro sanitario de Madrid. “Entré allí por mi propio pie, les dije que no me sentía bien y su respuesta fue atarme a una cama durante dos días. Cuando me soltaron les dije que estaba mejor y que me quería ir a mi casa, pero no me dejaron”, relata. Carvajal también es profesor de inglés y, tras dar una clase en una escuela de pilotos, se le cayó un hilo de saliva en la fotocopia que tenía entre sus manos debido a la sobremedicalización a la que está sujeto. “Si haces algo que ellos consideran que se sale de la norma, te aturden con benzodiacepinas”, completa.

El asunto de la sobremedicalización está muy presente entre las personas psiquiatrizadas. Según el propio Carvajal, “las pastillas que te mandan te calman pero no puedes vivir; es imposible ganarse la vida con tal cantidad de químicos en tu cuerpo, así que te avocan a pedir una pensión”. Y continúa: “Yo soy capaz de trabajar fuera, pero lo siento mucho por todas aquellas personas como yo que siguen escondidas en casa de sus padres y que no pueden buscar un trabajo por el aturdimiento que les provoca su tratamiento”.

Foto: Imagen: Learte
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Su diagnóstico oficial, al que no da ninguna credibilidad, es bipolaridad. “Conozco al menos a una decena de personas con el mismo diagnóstico y no tenemos nada que ver entre nosotras. El único hilo conductor que nos une es el haber tenido una vida dura, con abusos y pobreza”, apunta este activista loco de 57 años. Alberto Cordero, con 24, también piensa lo mismo. Él fue diagnosticado de esquizofrenia, aunque tampoco confía en esa etiqueta. “Hace unos días leía en una revista de salud mental crítica que uno de los que renunciaron a la APA [Asociación Americana de Psiquiatría] decía que se iba convencido de que no estaba en la asociación de psiquiatría, sino de farmacología”, arguye.

“La locura es un mercado absolutamente lucrativo para la industria farmacéutica”, sostiene Cordero. Y no se queda ahí: “Algunos psiquiatras afirman que la invención de nuestros trastornos se hace en base a lo que los nuevos psicofármacos parecen ser capaces de eliminar y no en base a lo que el experto observa en el paciente”. Muy crítico con las consecuencias del consumo de este tipo de medicamentos, el activista denuncia que la institución biomédica les hace creer que no hay otra forma de luchar contra su sufrimiento que a partir de su ingesta.

“Es como un salto a ciegas, de fe. Me lo tomo porque me han dicho que va a funcionar, pero eso es una manera de introducirte el pensamiento de que no hay posibilidad de luchar más allá de la propia medicación”, explica Cordero.

Foto: Juan Pedro González, durante una de las intervenciones en Málaga. (Cedida)

Ahora, este joven vive su día a día con una frase grabada en su mente: “Tenemos responsabilidad individual, pero también capacidad colectiva. Ahora soy consciente de que gran parte del sufrimiento me lo provoca el estado de la sociedad, y no necesitamos que nos mediquen para soportar el mundo, sino cambiarlo”. Por eso, sostiene, es tan importante una cita como el Orgullo Loco, porque organizarse en un colectivo así también es terapéutico, es una manera de saber que posees capacidad para luchar, finaliza Cordero.

Alberto Cordero decidió ingresar en un centro sanitario, pero pronto se convirtió en un ingreso involuntario. “Me quitaron el móvil, me encerraron en una habitación y empecé a llorar. Cuando se lo conté a la psiquiatra, me dijo que hasta que no parara de llorar no me dejaría salir de ahí”, describe. Esta es solo una parte de su relato, como el de tantos otros, plagado de acusaciones del “maltrato psiquiátrico” que sufren las “personas psiquiatrizadas”, tal y como ellas mismas se definen. Este 28 de mayo celebran el Orgullo Loco: “Queremos visibilizar y reivindicar que se dejen de vulnerar los Derechos Humanos en la práctica psiquiátrica, como las contenciones mecánicas (que te aten a la cama), los ingresos involuntarios o los aislamientos”, aduce Fátima Masoud, portavoz del colectivo.

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