Tecnología

Aprender a programar gratis, sin profesores y a ciegas: así funciona el misterioso Campus 42 Barcelona

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BARCELONA 29/08/2023 Economía Reportaje sobre 42 Barcelona. Es una escuela de programación bastante curiosa de Telefónica, Ajuntament y Generalitat. Está abierta las 24h del día y tiene camas y todo para que sean los estudiantes los que se autoregulen el aprendizaje. Los alumnos entran primero en una fase en la que están un mes de prueba y en observación, luego tienen que superar un test (que no saben en qué consiste) y, si la escuela los acepta, estarán 3 años con ello. PERSONAJE: Humbert (director). FOTO de RICARD CUGAT

BARCELONA 29/08/2023 Economía Reportaje sobre 42 Barcelona. Es una escuela de programación bastante curiosa de Telefónica, Ajuntament y Generalitat. Está abierta las 24h del día y tiene camas y todo para que sean los estudiantes los que se autoregulen el aprendizaje. Los alumnos entran primero en una fase en la que están un mes de prueba y en observación, luego tienen que superar un test (que no saben en qué consiste) y, si la escuela los acepta, estarán 3 años con ello. PERSONAJE: Humbert (director). FOTO de RICARD CUGAT / RICARD CUGAT

Paula Clemente

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El mapa indica que es ahí, pero cuesta creerlo. Todo en la fachada de este edificio de Nou Barris (Barcelona) tiene pinta de pared trasera. El blanco desgastado de la parte superior, la cobertura metálica de los dos metros inferiores y una cristalera translúcida con poca más información que la que indica que aquello pertenece a Barcelona Activa y que ahí dentro está 42 Barcelona. La puerta para acceder a esta misteriosa academia con raíces francesas y que ha hecho suya, en España, la Fundación Telefónica, está camuflada pocos metros más allá. La delata un cartel y un pequeño panel que obliga a teclear una contraseña para acceder al lugar: un campus donde aprender a programar para todas edades, perfiles y niveles, sin profesores, gratuito (tiene detrás, también, al Ajuntament y a la Generalitat) y en el que el alumno empieza a ciegas, sin saber exactamente ni qué se va a encontrar, ni qué va a lograr.

El ejemplo más gráfico lo brinda el primer día en la academia. A los candidatos que han superado en su casa un rompecabezas en formato videojuego y que han sido aceptados como participantes de una prueba de acceso de un mes a la que llaman ‘piscina’, les abren las puertas de una sala con un centenar de ordenadores Apple y, sin más mediación que la bienvenida, les dejan hacer. Por la tarde, con los alumnos aún lidiando con el desconcierto inicial, el ‘staff’ organiza una sesión de preguntas y respuestas. Ahí va un pequeño 'spoiler': la única respuesta que ofrecen es “don’t panic” (no tengas miedo) y “up to you” (lo que tu creas o hasta donde tu quieras), dos de los grandes mantras del Campus 42.

Uno de los espacios de la escuela de programación 42 Barcelona.

Uno de los espacios de la escuela de programación 42 Barcelona. / RICARD CUGAT

“No somos ni un ‘bootcamp’ [un programa intensivo muy de moda donde se enseña a programar con filosofía militar], ni una carrera, somos una experiencia de aprendizaje muy completa que empieza desde la base”, introduce el responsable de 42 Barcelona, Humbert Ruiz, aquí apodado Stardust. “El primer día es un ‘shock’ tremendo y mucha gente sale corriendo, pero es que durante la piscina es muy importante que no lo demos todo masticado”, se explica. Al final –hila Ruiz–, “se trata de ser el que mejor se adapta a la metodología, porque el objetivo de la piscina es convertirte en estudiante, no es tener un título, no es tener un trabajo, es adaptarte, lo que queremos son estudiantes autónomos”, reflexiona.

Solo así podrán aprovechar una propuesta de enseñanza sin profesores, sin horarios establecidos, y sin directrices de ningún tipo. La piscina quiere ser un tentempié extremo de lo que será el curso, así que se estructura sobre tres elementos clave: un grupo de unas 180 personas (aunque no todos lleguen al final) de edades y conocimientos distintos, un espacio abierto 24 horas con literas por si alguien necesita descansar, y varios proyectos a resolver. La gracia es que los estudiantes son también quienes evalúan los proyectos que van terminando los compañeros, algo que obliga a los más avanzados a ayudar al resto para que aprendan lo suficiente como para evaluarlos.

Las zonas de descanso de la escuela de programación 42 Barcelona.

Las zonas de descanso de la escuela de programación 42 Barcelona. / RICARD CUGAT

La idea es lograr, de este modo (y también a través de exámenes semanales que son todo un enigma), un perfil de estudiante preparado para autogestionar su tiempo, resolver de forma autónoma los problemas, trabajar por proyectos y navegar la incertidumbre propia de quien se quiere dedicar a sectores tan punteros y con tanto por crear como el ‘blockchain’, la inteligencia artificial o el videojuego.

Del cine a económicas

No importa saber más o menos de programación. Yurena, una de las jovencísimas participantes de esta última piscina, está haciendo bachillerato; Fernando, uno de los veteranos, viene de trabajar en ‘startups’; Caio sí que tiene un grado superior en desarrollo de aplicaciones y lo que busca aquí es, sobre todo, entrenarse para el mundo laboral; Andrea ha dejado la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya (ESCAC) y va a empezar en septiembre Comunicación Interactiva en la UAB; Pancho, que entró después de que su padre hiciera la piscina y le animara a ello, comenzará también Economía en la UPF y proyecta plantarse con 21 años con ambos gorros; y Marc, un ex estudiante de ingeniería informática que dejó la carrera por creer que no era lo suyo, trabaja ahora en una copistería.

Al final, el origen de este campus es precisamente ese, dar con un modo de responder a la falta de perfiles técnicos del mercado. Sea formando o reciclando profesionales de otros sectores. “El proyecto lo funda Xavier Niel, un empresario francés del sector de las telecomunicaciones que detectó que el sistema universitario del país no daba suficientes oportunidades a la gente”, relata Ruiz.

El director de 42 Barcelona, Humbert Ruiz.

El director de 42 Barcelona, Humbert Ruiz. / RICARD CUGAT

El concepto –continúa– triunfó mucho en París hace 10 años, sobre todo por la gratuidad, que Niel convirtió en condición ‘sine qua non’ para todo país que quisiera replicar el modelo. Fundación Telefónica se puso a ello en Madrid hace 5 años a raiz un proyecto de investigación orientado a hallar formas alternativas de aprendizaje. Ahora, tiene centros en cuatro ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Málaga y Urduliz, en el País Vasco) y unos 2.300 en total, ahora que el grupo que acaba de terminar la piscina se ha incorporado formalmente al curso. Un curso, por cierto, que empezará este año con el centro de Barcelona siendo la sede de un 'hackaton', el más grande del mundo, organizado por la NASA.