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Mery Viñas, psicóloga antidietas: "El peso no es indicador de nada; genera obsesión, exceso de control, frustración y miedo"

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Especializada en establecer una relación sana con la comida y trabajar su autoestima, Viñas ha acompañado a miles de mujeres en su camino hacia la aceptación de sus cuerpos sin tener que cambiarlos y vivir en paz sin dietas, sin restricciones, sin culpa, ni vergüenza.

Mery Viñas, psicóloga especializada en la relación sana con la comida y la autoestima corporal.
Mery Viñas, psicóloga especializada en la relación sana con la comida y la autoestima corporal.

Algo tan 'aparentemente' sencillo como ponerse delante de un espejo y gustarse es una misión imposible para más del 80% de las españolas. Y este dato tan alarmante no debería de extrañarnos si, como apunta Mery Viñas, psicóloga especializada en la relación sana con la comida y la autoestima corporal, se tiene en cuenta que "vivimos en una sociedad repleta de mensajes que van en esta línea: 'cambia la alimentación, cambia tu cuerpo y tendrás éxito'. Y ahí que vamos de cabeza. El problema principal es que cada mujer lo vive de forma muy solitaria y tabú, ya que genera mucho complejo y vergüenza".

¿Por qué (casi) siempre que pensamos o hablábamos de dietas nos vienen mujeres a la cabeza?
En la sociedad en la que vivimos hay unas expectativas y una presión estética que tiene en el foco a la mujer para que cumpla con un estándar de belleza, para que sea delgada y cumpla ciertos patrones. Y uno de los métodos que la industria del adelgazamiento proclama es, precisamente, hacer dieta, con la venta de la falsa promesa de que "cuando adelgaces, serás aceptada, querida y feliz'. Además, la publicidad en este sentido casi siempre se dirige a la mujer, para que cambie algo de su cuerpo a través de dietas o productos adelgazantes. De hecho, las revistas de 'salud' dirigidas a mujeres siempre incluyen entre algunos de sus temas los famosos titulares de "adelgaza sin sufrir en cuatro semanas" u otros por el estilo.
¿Es que esto de las dietas es 'cosa de chicas' o es que ellos no hablan de ello?
Es difícil que ellos entablen una conversación entre amigos sobre la última dieta con la que han adelgazado "x" kilos. Sin embargo, entre mujeres, se sigue preguntando "¿qué dieta has hecho?", e incluso se comparten entre ellas. O cuando pasean, es muy fácil que alguna diga: "Tengo que quemar lo que he comido hoy; vamos a caminar más rápido". Estas conversaciones han sido y siguen siendo lideradas por mujeres, en parte debido al mensaje que recibimos continuamente acerca de que siempre hay algo que debemos modificar en nuestro cuerpo y que nuestra responsabilidad es cambiarlo a través de la dieta y el ejercicio.
Desde pequeñas, queremos lo que no tenemos: pelo diferente, ser más altas (o más bajas), tener más pecho (o menos)...
La comparación social es algo natural que se da en el ser humano. El problema aquí es que, desde edades muy tempranas, nos comparamos con esos ideales estéticos de los que hablábamos. Bien sean con personajes de los dibujos animados (protagonistas casi siempre delgadas), o con lo que ven en la televisión o en redes sociales. Estas imágenes idealizadas hacen que ya desde la infancia veamos qué es lo que no encaja de nosotras con esas imágenes. Y ahí comienza el querer cambiar las cosas. Hay estudios que indican que el 34% de las niñas de entre 11 y 21 años había dejado de comer o restringido su dieta para perder peso. Además, es muy importante lo que se habla en casa desde que somos pequeñas. Todavía sigue siendo habitual las comparaciones físicas entre hermanos, con otros familiares o compañeros de casa. Estas comparaciones, lejos de estimular al niño a cambiar para bien, hacen que su autoestima disminuya y, en muchos casos, comiencen a tener conductas restrictivas con la comida, derivando en muchos casos en trastornos de la conducta alimentaria. Nuestra misión como adultos debería ser la de ayudar a niños y adolescentes a comprender la diversidad de belleza y a valorar sus características únicas. Y una cosa más, deberíamos predicar con el ejemplo: nada de comentar cuerpos delante de otras personas. ¡Los cuerpos no se comentan!
¿Por qué nos cuesta tanto gustarnos? ¿Es por la presión social o nos viene de dentro, lo llevamos en nuestro ADN?
En el ADN no lo llevamos, porque, si no, no se explicaría cómo mujeres de otros países se gustan en todas sus formas. Es más bien una combinación de la comparación social, de la presión estética y también quizá de experiencias pasadas donde hemos vivido rechazo por algún comentario hacia nuestro cuerpo. Todo ello genera inseguridad, baja autoestima y, desde ahí, es muy difícil que nos guste lo que vemos en el espejo. Por otro lado, en la sociedad en la que vivimos, se espera que como mujeres no nos gustemos. Que siempre haya algo que 'arreglar', recibiendo el mensaje de que nunca es suficiente. La 'industria del descontento' es una realidad: la industria de la moda, la belleza y los medios de comunicación capitalizan las inseguridades de la apariencia de las mujeres y promueven la delgadez extrema, la juventud eterna o la piel perfecta, creando un sentimiento de insatisfacción eterno. Esta insatisfacción se traduce en la creencia de que hay algo algo mal en mí, algo 'incorrecto' con mi apariencia, por lo que que voy a necesitar productos, tratamientos o intervenciones para corregirlo y acercarme a ese ideal. En muchos casos, esta insatisfacción lleva a un ciclo de consumo que nunca acaba.
Cada vez hay más gente que se pasa la vida a dieta para luego descontrolarse y volver al punto de partida. ¿Es que está enganchada a esa montaña rusa de 'pasarlo mal'/'dejarse llevar'?
El descontrol es el resultado de un exceso de control. No podemos pasarnos la vida a dieta, con dietas extremas y prohibiéndonos tantos alimentos o grupos de alimentos. No es posible sostenerlo. Estamos enganchados a esa sensación de control, a que al ver que el número de la báscula disminuye creo tener poder sobre mí y mi vida, pensamos que controlamos el peso, la comida, lo que engorda, lo que no.... la salud. Y no es cierto. Podemos practicar hábitos saludables, pero no podemos controlar el resultado de todo y, menos todavía, con dietas que maltratan nuestro cuerpo. Y es que las dietas no funcionan. Si funcionaran, ¿por qué haría falta estar toda la vida a dieta? Con una sola bastaría. Pero no. Nuestro cuerpo es muy inteligente, y los estudios demuestran que entre los tres y cinco años después de haber acabado una dieta, el cuerpo recupera el peso inicial y dos terceras partes de las personas que hacen dieta cogen aún más peso que el inicial. El cuerpo es sabio y se prepara por si vuelve otro periodo de hambruna. No eres tú la que fallas, ¡son las dietas! En realidad, cuanto más control creemos tener, menos lo tenemos. Porque la realidad es que nos hemos descontrolado tanto que no sabemos ni lo que comer, no sabemos ni escuchar a nuestras señales de hambre y saciedad, porque hemos comido 'con la cabeza' durante meses o años sin conectar con el cuerpo.
¿A qué se debe está obsesión por estar delgadas si luego vemos a otras mujeres con curvas y nos parece que están 'cañonas'?
Las normas sobre la belleza van cambiando, aunque siempre dentro de unos márgenes que el mismo sistema establece. Ahora estamos en esa fase de "hay que estar delgada, pero solo unas pocas pueden tener curvas y verse bien". Fíjate que hablamos de curvas, pero cuando lees esto ¿qué te viene a la cabeza? Una Jennifer Lopez o alguien similar que tienen otras características de belleza, éxito, etc. No es del todo real. Por otro lado, la obsesión por la delgadez puede verse influida por los estándares actuales, mientras que la apreciación de las curvas puede ser también una reacción a estas normas o una valoración de la diversidad corporal que también ha ido surgiendo en los últimos años.
Piernas delgadas, abdomen plano y pechos grandes. ¿Qué hacemos con ese 'ideal' de belleza tan inalcanzable'?
La industria de la belleza y la moda genera ingresos descomunales. Por lo que hay un claro interés en mantener esos ideales inalcanzables, ya que crea una demanda constante de productos y servicios relacionados con la mejora del cuerpo y la apariencia. Como decíamos anteriormente: una mujer descontenta, consume más. Sin embargo, lo único que se perpetua es la baja autoestima, la insatisfacción, la ansiedad y el aumento de los trastornos de la conducta alimentaria.
Instagram está plagado de modelos absolutamente idénticos, 'diseñados' con los mismos pómulos, la misma nariz, los mismos labios... ¿Por qué triunfan si no tienen nada que ver con lo que se ve en la calle?
Las redes sociales reflejan y perpetúan los estándares de belleza de hoy día. En este momento, ciertos aspectos estéticos, como una apariencia cuidadosamente esculpida y retocada, es lo que atrae. Esas mujeres suelen cumplir esos patrones y suelen tener "seguidores aspiracionales", es decir, personas que aspiran a tener su vida, su piel, su pelo, su cuerpo, etc. También se suele dar el efecto de la psicología social, donde surge la necesidad de pertenencia. Ver a otras personas seguir y admirar a estas cuentas puede llevar a más personas a hacer lo mismo, ya que quieren sentirse parte del grupo.
¿Qué podemos hacer para dejar de compararnos y aspirar a modelos inalcanzables?
Fíjate en todo lo que hay en ti. Tienes todo un universo por descubrir en ti que no te permites porque vives mirando a la mujer de al lado. Si te vieras, si te descubrieras, nunca acabarías de estar orgullosa de ti. Trata a tu cuerpo como lo que es: un milagro que cuida de ti cada día para que funcione, para que disfrutes y goces. Deja de maltratarlo y de maltratarte. Sólo escúchalo, respétate y suéltate algún que otro piropo, no te sentará mal. Tampoco tiene que gustarte todo ni amarlo, pero sí salir del odio y del rechazo para estar en paz con él. Aléjate de esos perfiles de redes sociales tan perfectos e incluso de medios de comunicación que fomentan este tipo de mensajes. Deja de comentar cuerpos (el tuyo y el de los demás), y cuéntale a tu entorno que ya no quieres oír hablar de eso. Que si quieren lanzarte un piropo, no se fijen en tu cuerpo, si no que te pregunten cómo estás. Practica la gratitud. Agradece tu vida, tu cuerpo, la edad que tienes y que hoy estás aquí. Damos todo por hecho y no nos damos cuenta de muchos de los privilegios que tenemos.
¿Y para querernos más?
Es importante que reconozcas los logros. ¡Cualquiera! Cada día hay logros superados. Puedes escribirlos, agradecerlos, lo que sea que sirva para darte cuenta de todo lo que cada día vas consiguiendo. Trabaja en tu diálogo interno. Es clave gestionar esos pensamientos intrusivos y juiciosos acerca de nosotros mismos. No dejes que sigan siendo el piloto automático que dirige tu vida. Practica la autocompasión. Es un elemento clave para una sana autoestima, es decir, tratarte con amabilidad y compasión en lugar de juzgarte tan duramente y busca apoyo. No estás sola. Hay millones de mujeres que viven lo mismo que tú. Es posible salir de ese ciclo de pensamiento destructivo hacia tu cuerpo y hacia ti misma.
¿Cuáles sería las claves para mantener una relación sana con la comida, la báscula y el espejo?
Lo primero de todo sería eliminar la báscula de nuestras casas. El peso no es indicador de nada y genera obsesión, exceso de control, frustración y miedo. Es clave ir hacia una alimentación saludable a la vez que flexible, entendiendo que no somos robots, que somos humanos y que también podemos comer en ocasiones sin hambre, por placer y gozo. Ir disminuyendo esas etiquetas sobre alimentos buenos o malos, también ayudaría a no obsesionarse con la comida. En lugar de estas etiquetas, puedes buscar cómo te sientan los alimentos en tu cuerpo, centrándote en escuchar mucho más a tu cuerpo que a tu mente. Y sobre todo, conecta con el placer. La comida es placer y no hay nada de malo en ello. Si no estás satisfecha con la comida, seguirás teniendo una relación poco saludable con ella. Y, por último, escucha tu cuerpo, y deja la culpa a un lado. Cocina y come con amor y conciencia plena.