Es bien conocido que el desempleo afecta más a los trabajadores menos formados. Las posibilidades de encontrar un empleo crecen a medida que aumenta el nivel de formación que han recibido las personas que lo buscan. Así, los datos de la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadísticas señalan que la tasa de paro de las personas que no saben leer ni escribir, que el organismo recoge como analfabetos, es del 33%, el triple que la del resto de población activa (11%).

A pesar de ello, España puede presumir de haber reducido considerablemente el número de parados que nunca han sido escolarizados. Hace diez años, la tasa de paro del grupo era del 55%, frente al 43% de aquellos que empezaron a estudiar la primaria pero no la completaron; al 39% de los que sí la terminaron; al 34% de los que superaron la primera etapa de la secundaria y al 25% de los que superaron la segunda.

Todos esos porcentajes han disminuido de forma considerable a día de hoy, pero igualmente se cumple la regla: aquellos que terminaron la educación superior registran la menor tasa de paro de toda la población (6%, que se considera pleno empleo), también hace diez años (16%). Según los últimos datos disponibles, la tasa de desempleo de los que no terminaron la primaria es del 21%, la de los que solo tienen primaria, del 25%; la de parados con secundaria es del 16% si solo hicieron la primera mitad y del 13% si la terminaron.

El empleo aumenta pese a su envejecimiento

Con todos estos datos encima de la mesa, y teniendo en cuenta que la población que no lee ni escribe está concentrada en los grupos más envejecidos -por tanto, con más dificultades para encontrar un empleo-, resulta reseñable que el empleo de las personas analfabetas ha crecido, superando los niveles previos a la pandemia. Si en el último trimestre de 2019 eran 36.300 las personas analfabetas que contaban con un empleo en España, este segundo trimestre ascendían hasta las 45.300 (+25%).

El gráfico muestra una importante curva descendente en este grupo que se prolonga desde que existen datos comparables (2014), algo que se explica por el envejecimiento de este grupo. En 2014, por ejemplo, eran 18.200 las personas analfabetas que trabajaban, cifra que no ha dejado de descender con el paso de los años, hasta ahora.

En el Ministerio de Seguridad Social y Migraciones explican que la curva ascendente no tiene que ver con la llegada de inmigrantes extranjeros. Se puede comprobar que es cierto atendiendo pidiendo al INE que deje de mostrar en dichas tablas a los extranjeros y a aquellos con doble nacionalidad (española y de otro país): los datos muestran igualmente un repunte del empleo en este grupo, de los 7.300 a los 8.700 trabajadores, (+20%), que tampoco puede explicarse por la nacionalización de extranjeros.

Así, ese repunte en el empleo ha tenido lugar tanto entre extranjeros como entre españoles que nunca recibieron ningún tipo de formación y pese su la alta edad media. Los siguientes datos sí pueden haberse visto afectados por la llegada de migrantes, puesto que el INE no permite conocer la edad de solo los españoles que integran el grupo, pero muestran que la mayoría de los analfabetos este 2023 tienen entre 50 y 65 años (52% del total), seguidos muy de cerca de los que tienen entre 40 y 50 años (36%).

La mayoría de los analfabetos son extranjeros

Dejando atrás los datos de españoles, la EPA revela que hoy día la mayor parte de las personas que no leen ni escriben en España, entre los que tienen un trabajo o lo buscan, son extranjeros de fuera de la Europa y Latinoamérica. Los migrantes sin nacionalidad española más que triplican el volumen de analfabetos que sí proceden del país (la EPA no distingue por nacionalidades específicas). Es una muestra más de lo vital que está siendo de la entrada de fuerza extranjera al mercado laboral español, imprescindible en un momento de caída de la natalidad al tiempo que se jubila la generación más numerosa de la historia del país.