¿A qué huelen las momias?
Solo unos pocos afortunados han presenciado la apertura in situ de un sarcófago y han aspirado el olor del antiguo Egipto miles de años después.
Estamos muy acostumbrados a ver momias descubiertas en Egipto. Bien a través de las pantallas o en lo muchos museos que cuentan con alguna de estas famosas piezas de arqueología. Por suerte, hace tiempo que dejó de saborearse, pues ya no se consume el polvo de momia como remedio contra enfermedades. Un puñado de arqueólogos y especialistas han llegado a tocar momias y sólo unos pocos afortunados han presenciado el hallazgo in situ de una para captar todas las sensaciones de un descubrimiento tan llamativo, incluso el olor de una tumba egipcia y de la momia enterrada en ella. ¿A qué huele una momia?
Olores maravillosos
De hecho, el descubrimiento arqueológico más famoso de la historia entró primero por la nariz de Howard Carter, que aspiró el olor del pasado encerrado en la tumba intacta de Tutankamón. En palabras de Federico Kukso, autor de Odorama: historia cultural del olor:
“Carter olió a muerte e historia. Carter olió a los antiguos egipcios. Inundada su frente de sudor, respiró el mismo aire que habían respirado aquellos que milenios antes habían colocado allí a la momia para su descanso eterno. Los átomos que invadieron los pulmones y el cuerpo del arqueólogo inglés no habían cambiado a través de los siglos. Pasado y presente se enlazaron en cada inhalación”.
Sí, el asunto se presta fácilmente a la poesía y la metáfora, nadie con un mínimo de sensibilidad por la historia podría huir de ello. Pero queremos llegar a algo más tangible, real y concreto, olores que podamos imaginar, comparar, recrear o incluso respirar en base a los que han comprobado a qué huele una momia.
Sabemos que el proceso de momificación en el antiguo Egipto contaba con diversos aromas, perfumes y aceites que formaban parte del ritual y conservación de los cuerpos. Carter se maravilló por la corona de flores que le colocaron sobre la frente a la momia del joven faraón. Flores marchitas que aún mantenían algunos colores tres mil años después.
“La cantidad de incienso, de ungüentos sagrados, de telas de lino y de flores colocadas encima de cada uno de los sarcófagos era tal que las sustancias olorosas utilizadas para ocultar el hedor del cadáver se habían solidificado y convertido en una especie de petróleo pegajoso y parecido al betún, que Carter debió retirar con cuidado para no dañar las capas de oro. «Al calentarlo, desprendía un olor penetrante más bien fragante y agradable, algo parecido al de la brea». Se trataba de un perfume que no se había respirado en más de treinta siglos”.
Tanto es así, que la enorme cantidad de sustancias aromáticas vertidas sobre la momia terminaron por deteriorarla y el cuerpo de Tutankamón no destaca precisamente por su conservación. El olor descrito por Howard Carter coincide con el que se dejó por escrito en unas controvertidas actas sobre la retirada del vendaje de una momia, de la que se dejó constancia de “un olor balsámico propio de las resinas aromáticas de Oriente”.
El olor de una tumba egipcia intacta
Un sentido tan denostado por el estudio del pasado como el olfato tiene en Egipto una fuente de investigación riquísima, pues se trata de una civilización pionera en la elaboración de perfumes y aromas para la vida cotidiana y para los rituales sagrados. El incienso llenaba el aire de muchos ambientes del antiguo egipcio y conocemos perfumes como el kyphi.
En 2022, un equipo de investigación se encargó de estudiar los olores del ajuar funerario encontrado en 1906 en las tumbas de Kha y Merit, conservado en el Museo Egipcio de Turín. La mayor parte del conjunto funerario ha permanecido intacto hasta la actualidad y eso ha permitido a los académicos una aproximación excepcional con una metodología no invasiva. Recogieron compuestos volátiles emitidos por los materiales que contienen los recipientes para detectar qué hay en el interior y a qué huele. De las 50 vasijas sometidas al estudio se detectaron partículas que podrían provenir de cera de abejas, pescado seco, fruta, aceites, grasas vegetales y harina de cebada. Según Jacopo La Nasa, miembro del equipo.
“Aunque éramos conscientes de las potencialidades del enfoque analítico, el análisis nos permitió detectar algunas especies químicas que no esperábamos, como las que se pueden correlacionar con la degradación de la cebada o el pescado. El principal reto es que el olor que emiten los materiales arqueológicos envejecidos es diferente del de las sustancias nativas. Se necesitan materiales de referencia envejecidos y estudios de degradación para abordar el análisis químico de los residuos de materiales orgánicos antiguos”.
Las investigaciones al respecto parecen despertar la atención del gran público y, por ende, de los científicos. Por lo que las publicaciones sobre olores antiguos seguirán emergiendo. Ya se han llevado a cabo muchos intentos de ofrecer una experiencia olfativa en museos acerca del olor de los dinosaurios, perfumes antiguos e incluso los desagradables ambientes pestilentes de las ciudades y poblados antes de la canalización moderna de residuos. Así que no es descabellado pensar que la próxima vez que observes una momia en un museo, quizás también puedas captar los mismos olores que se respiraban en el antiguo Egipto.
Referencias:
- Kukso, F. 2021. Odorama: historia cultural del olor. Taurus.
- La Nasa, J. et al. 2022. Archaeology of the invisible: The scent of Kha and Merit. Journal of Archaeological Science 141, 105577. DOI: 10.1016/j.jas.2022.105577.
- Molinero Polo, M. Á. 2018. “Un olor balsámico propio de las resinas aromáticas del Oriente”. La supuesta acta del desvendamiento de la momia egipcia conservada en el Museo de Anatomía de la Universidad Complutense de Madrid. Gerión. Revista de Historia Antigua 36, 1. DOI: 10.5209/GERI.60302.