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Lionel Shriver: "Simpatizo mucho con los hombres. Sé que se sienten abandonados, indefensos y degradados"

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La escritora dedica su nueva novela a los deportes extremos, la obsesión en la que se unen la angustia y el moralismo del mundo contemporáneo.

Lionel Shriver.
Lionel Shriver.DAVID LEVENSON

Primero hay que explicar la trama de El movimiento del cuerpo a través del espacio (Anagrama), la nueva novela de Lionel Shriver (Gastonia, EEUU;1957) porque en cada giro de la historia nace un hilo de preguntas. Serenata y Rem son dos profesionales educados, guapos y de éxito profesional que pasan por un mal momento. Serenata ha hecho deporte toda su vida pero está desconsolada porque le esperan, antes o después, una operación y dos prótesis en sus rodillas. Y Rem es un ingeniero de caminos entusiasta e idealista pero se ha prejubilado porque su última jefa en la administración pública (una veinteañera hija de nigerianos -ricos-, educada en Columbia, especializada en género y básicamente inepta) le hizo la vida imposible. Un día, Rem se enfadó en el trabajo, dio un manotazo en la mesa y se convirtió en intocable: machista, racista, homófobo, etcétera.

Así que Rem busca algo con lo que llenar los 30 años que le quedan por delante y empieza a correr, cosa que molesta a su mujer, antigua atleta en horas bajas. Al principio, Rem corre solo; después se une al equipo de una entrenadora que prepara ultratriatlones con la disciplina, la moralidad y la coquetería de una dominátrix nazi. Y así empiezan el drama y la comedia de Rem y Serenata, que da para hablar del miedo a la vejez y a la muerte, del tabú del dolor físico, de la obsesión por formar parte de un grupo, de la desesperación con la que se vive el deseo sexual en la actualidad, de la cultura woke...

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«La elevación espiritual del sufrimiento es la más duradera estafa perpetrada contra la raza humana», dice Shriver. «Y el deporte, al menos en sus formas extremas, tiene que ver con esa estafa. Quien lo practica se siente purificado a través del sufrimiento, elevado sobre los otros. Es lo mejor que el superfitness ofrece, sentirnos mejores que los demás y, a la vez, parte de una comunidad de elegidos. Vi un Iron Man para documentarme y me quedé asombrada. La retórica era como la de los nazis. Ese discurso del tipo 'te han dicho que no puedes pero es porque ellos son personas sin ambición, porque su mentalidad es la de un übermench...'».

Shriver, la brutal y divertidísima autora de Propiedad privada y Tenemos que hablar de Kevin, sabe de lo que habla. Sabe lo que es correr y montar en bicicleta hasta romperse las rodillas. «No hay nada malo en consagrar una vida al fitness extremo, pero nadie debería engañarse ni pensar que va a conseguir nada trascendente. El sufrimiento es el sufrimiento, es añadir dolor al mundo y no te va a convertir en mejor persona. Creerlo es narcisismo y autoindulgencia».

Pero en el arte hacemos igual, pasamos malos ratos por la promesa de una epifanía. Piense en parte de la música del siglo XX, en toda la estética feísta.
No tengo problemas con la estética. La estética es un refugio. En las épocas en las que me he tomado en serio el deporte, la estética tuvo un papel. Me gustaba el aspecto de mi cuerpo y no creo que fuera sólo una cuestión de vanidad. Lo del cuerpo es un fenómeno extraño, ¿no? Una debería simplemente ser, pero la realidad es que existe una separación entre nuestro yo y el cuerpo en el que habitamos. Y cuanto mayores somos, más grande es esa separación. Los personajes de este libro tienen que entender que se están separando de sus cuerpos, asumir que no son sus cuerpos. En cambio, la religión del fitness dice lo contrario, que somos nuestro cuerpo. Y si para retenerlos hay que renunciar a nuestra identidad, adelante. Renunciar a preguntarnos quién soy y sustituir la pregunta por qué soy.
Que es más fácil.
La gente que se mete en deportes extremos es muy aburrida. El grupo de Remington es aburridísimo, sólo habla de pedalear, correr y nadar. Es increíble la energía que se gasta en hablar de circuitos y de bicicletas. Mire, yo he montado en bici 50 o 60 años y no tengo nada que decir al respecto. Te montas, pedaleas, llegas y ya está.
Un personaje del libro dice que el mundo está obsesionado por las historias de redención.
Es una idea que está muy presente en los nuevos cultos cristianos, ese volver a nacer a través del sufrimiento. Y también está en el lenguaje publicitario, todo el tiempo nos venden la redención. Échate este perfume y renace como una persona nueva que seducirá a los amantes. Es como si hubiera una obsesión por salir de quienes somos, por llegar a un nirvana en el que nuestras frustraciones sean superadas. El mundo del fitness ofrece su redención a través de la transformación física. «Construye un nuevo yo fuerte, hermoso y dueño de sí mismo, abandona al mezquino hombrecillo que eres».
El libro nombra a los Camisas Pardas, a Leni Riefenstahl y a la Yihad. Y tanto el grupo del Iron Man como el tribunal woke que juzga a Remington en el trabajo actúan como partidos fascistas.
Es una parte espeluznante de la obsesión por el fitness. Porque una cosa es querer ser redimido y otra es entrar en el lenguaje del desprecio desde el grupo hacia los otros. Y eso también está en el movimiento woke: la redención por la superioridad moral. Si tú, blanco, dices que todos los blancos son racistas, incluido tú, quedas poseído de un conocimiento moral nuevo, una forma de superioridad sobre esos fanáticos desagradables con los que te has criado.
Hábleme del personaje de Lucinda, la jefa woke de Rem..
Lucinda reduce al absurdo de la incompetencia extrema todos los protocolos sobre diversidad, toda esta política de considerar a las personas como categorías raciales y de género... Todos sabemos que ese modo de pensar está por todas partes pero preferimos no hablar de ello porque tememos parecer sexistas o racistas. A mí me ha pasado, Lucinda ha sido criticada en el Reino Unido. Una de las cosas que quería abordar con ella era lo que llamamos crisis de la masculinidad y, específicamente, crisis de la masculinidad blanca. Todas las cualidades que solemos atribuir a los hombres son cuestionadas. La esencia misma de la masculinidad está cuestionada. Y yo simpatizo mucho con los hombres, llegados a este punto. Sé que se sienten abandonados, indefensos y degradados. Hay gente que dirá que los hombres blancos heterosexuales siempre lo han tenido fácil, de modo que no está mal que ahora tengan su experiencia de desventaja. Bien, pero se nos olvida que nadie se merece ser tratado como parias.

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