Pedro Sánchez ha utilizado su viaje a Cataluña en el ecuador de la campaña electoral para defender los pactos con el independentismo que lo condujeron a La Moncloa, que han condicionado las políticas del Gobierno y a los que se aferra para ser reelegido presidente.
Ha reconocido el jefe del Ejecutivo haber pasado la legislatura buscando votos «hasta debajo de las piedras» para aprobar sus Presupuestos y sus principales medidas legislativas y ha reivindicado esas alianzas -que han tenido como protagonistas destacados a ERC y Bildu- como necesarias para que «España avance unida en su diversidad».
Ha dejado a las claras Sánchez que volverá a buscar hasta el más recóndito de los apoyos para evitar que el PP se haga con la presidencia del Gobierno aun en el supuesto de que Alberto Núñez Feijóo gane las elecciones, descartando así respetar un Ejecutivo liderado por la fuerza más votada, como le propuso el popular en el cara a cara mantenido con su principal adversario.
Mucho más explícito ha sido el presidenciable socialista para comprometerse a gobernar con Sumar, en realidad el único respaldo que el PSOE puede considerar amarrado a estas alturas, pues ERC se plantea «subir el precio» de una eventual investidura del socialista.
«Yo gobernaré con el partido de Yolanda Díaz. Lo digo claro», ha reafirmado Sánchez, para después instar a Feijóo a dar también por seguro un pacto con Vox para convertirse en presidente. Extremo al que el popular se niega mientras continúa apelando a concentrar el voto del centro derecha para poder pilotar España en solitario.
Consciente de que Cataluña será su principal caladero el próximo 23 de julio -el PSC viene de ganar con holgura las municipales y los sondeos le auguran un nuevo triunfo en estas generales-, Sánchez se ha arrogado la pacificación de la región. «Convoqué elecciones en 2019 con Cataluña ardiendo y la Cataluña de hoy es mucho mejor que La de 2017», ha severado recurriendo a los críticos otoños en los que se dictó la sentencia del procés y se celebró el referéndum ilegal del 1-O.
«La convivencia está en juego», había proclamado ya antes el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, quien, tras llegar al poder gracias a los votos del PP, ha sugerido que la vuelta de los populares al Gobierno de España inauguraría una nueva etapa de confrontación con el separatismo catalán.
Ese mensaje ha sido subrayado por todos los teloneros del presidente. La cabeza de lista por Barcelona y presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha aplaudido a Sánchez por «habérsela jugado por Cataluña mientras Feijóo representa al partido de la fractura territorial» y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, ha insistido en que si la convivencia «está reforzada» es «porque el presidente tomó decisiones valientes y audaces», en evidente alusión a la concesión de los indultos y la reforma del código penal para eliminar el delito de sedición.
Más allá de señalar a sus potenciales aliados, Sánchez ha realizado un llamamiento al voto femenino y al de los jóvenes "indecisos" para intentar una remontada que lo mantenga en la presidencia.
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