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La profecía de Monedero y la autodestrucción de la izquierda
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Nacho Cardero

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La profecía de Monedero y la autodestrucción de la izquierda

Tanto en el PSOE como en Sumar se están esforzando al máximo para que Feijóo sea presidente sin necesitar la muleta de Vox. Y lo cierto es que lo están consiguiendo

Foto: Imagen de archivo de la Universidad de Otoño de Podemos. (EFE/Mariscal)
Imagen de archivo de la Universidad de Otoño de Podemos. (EFE/Mariscal)
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"La lucha de clases sin fraternidad hace que la izquierda se parezca demasiado a los que quiere combatir, igual que la fraternidad sin enemigos es una nota sin instrumentos", escribe Juan Carlos Monedero en La izquierda que asaltó el algoritmo (Editorial Catarata, 2018). "Los drones se esconden detrás de una nube y las víctimas se separan como si eso sirviera para algo. Fragmentados, no vamos a ninguna parte. La derecha tiene el miedo. La izquierda, la esperanza. Sin la fraternidad, la izquierda no podrá recomponer los fragmentos".

Dice Monedero, a la sazón fundador de Podemos, que es la fraternidad, la gran olvidada de la Ilustración, a quien corresponde la tarea de ayudarnos a reinventar ese "espacio antaño llamado izquierda". Pues bien, más que fraternidad, lo que hay en la izquierda es fuego graneado, y más que recomponer el espacio, lo ocurrido este fin de semana, tanto en la plataforma Sumar como en el PSOE, supone la voladura del mismo. Pero no una voladura controlada, sino feroz, de la que todos hemos sido testigos, con especial mención a la cabeza de Irene Montero, guillotinada en la misma plaza en la que nació el 15-M.

Foto: Ione Belarra junto a Yolanda Díaz en una imagen de archivo. (EFE/Fernando Alvarado)

La supuesta unidad conseguida en ambas organizaciones no es sino un trampantojo que esconde autoritarismo, cuitas internas y guerra para ver quién se hace con el poder o, en este caso, con los despojos. En este drama, la fraternidad a la que aludía Monedero tiene forma de faca, que no es la navaja que empleó García-Page —tanto el castellano-manchego como el aragonés Lambán se ausentaron del Comité Federal— para restituir a su número uno por Toledo después de que trataran de laminarlo, sino esa pulsión tendente a la autodestrucción tan característica de la izquierda.

La izquierda actual, la de Sánchez e Iglesias, que poco o nada tiene que ver con la de González y Anguita, tampoco parece consecuente con la segunda de las nociones heredadas del Siglo de las Luces, la de la igualdad, a no ser que sea en su acepción orwelliana. A saber: todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros.

"La izquierda actual tampoco parece consecuente con la segunda de las nociones heredadas del Siglo de las Luces, la de la igualdad"

No lo digo solo por la superioridad moral con la que se refieren a todos aquellos que no piensan como ellos ("La izquierda siempre se ha creído mejor que la derecha. Y con razón. Porque ser de izquierdas siempre cuesta algo", Monedero dixit), sino por el rodillo con el que pasan por sus propias estructuras orgánicas y el talante personalista, cuando no directamente autoritario, con el que dirigen sus organizaciones. ¿Alguien del PSOE se acuerda de las primarias? Pues eso.

En el PSOE, Pedro Sánchez ha confeccionado una lista a su gusto, sin más reproches en el Comité Federal que los de un Tudanca que pretendía soplar y sorber al mismo tiempo. Se trata de una lista con mayoría de fieles y ministros, junto a dirigentes históricos y nuevas incorporaciones, desde cargos del Gobierno o candidatos derrotados el 28-M.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes de asistir a la última reunión del grupo parlamentario socialista. (Europa Press/Eduardo Parra)

Por su parte, Yolanda Díaz ha anunciado que pondrá su rostro en las papeletas de Sumar para las elecciones del 23-J. La fórmula no es nueva —ya fue utilizada por José María Ruiz-Mateos y Pablo Iglesias, dos paladines de la democracia, a la hora de concurrir a las europeas—, e incluso puede resultar necesaria para identificar a la gallega en esa sopa de letras en que se ha convertido su plataforma, pero resulta sintomática de la deriva de estos partidos de izquierda, donde priman el hiperliderazgo, el yo mismo y mi mismidad y la falta de democracia interna.

Una característica de los países bolivarianos que ha sido exportada con éxito a España. Son sistemas políticos donde quien ejerce el poder nos alerta de que la democracia ha sido secuestrada, está corrupta y manipulada por la élite, y nos dice que, para romper las cadenas que nos atan a este sistema neoliberal, hay que destruir el establishment y reintegrar el poder al pueblo. Por eso, de la tercera de las nociones de la Ilustración, la de la liberté, y de la intervención de lo público aduciendo situaciones extraordinarias como el covid, la guerra o la inflación de dos dígitos, ya mejor ni hablamos.

Hay una deriva de estos partidos de izquierda, donde priman el hiperliderazgo, el yo mismo y mi mismidad y la falta de democracia interna

En el discurso de clausura, a puerta cerrada, Sánchez aseguró ufano ante un auditorio con cara de funeral que "algún día dejaré ser presidente, pero no el 23-J", para concluir que no ve un cambio de ciclo a la vista. A esto se le llama tener más moral que el Alcoyano. Tanto en el PSOE como en Sumar se están esforzando al máximo para que Feijóo sea presidente del Gobierno sin necesitar la muleta de Vox. Y lo cierto es que lo están consiguiendo a tenor de las últimas encuestas. Uno puede imaginarse un inicio de campaña peor que el de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz para estas generales, pero resulta ciertamente difícil.

Aunque Sánchez y Díaz cuentan con poco más de un mes para tratar de ganarse la confianza de los votantes y lograr una mayoría suficiente que les permita gobernar, esto es, aunque aritméticamente resulta factible, cuesta creer que se puedan revertir los sondeos a tan pocos días de las urnas. Más bien parece que tanto Sánchez como Díaz dan por perdidas las elecciones y están gestionando la derrota. ¿Cómo? Blindando su liderazgo con unos grupos parlamentarios esculpidos a su imagen y semejanza. No importa tanto el 23-J como el día después, lo cual resulta indicativo de su habilidad para la realpolitik.

Foto: Observatorio electoral. (EC)

Igual que empezamos este artículo con una fábula, la de Monedero, permitidme que, al hilo de las nociones de igualdad, libertad y fraternidad que enarbola la izquierda actual, terminemos con otra, en este caso de Esopo, que servía de introducción al libro Cómo mueren las democracias:

"Un caballo decidió vengarse de cierto venado que lo había ofendido y emprendió la persecución de su enemigo. Pronto se dio cuenta de que solo no podría alcanzarlo y, entonces, pidió ayuda a un cazador. El cazador accedió, pero le dijo: 'Si deseas dar caza al ciervo, debes permitirme colocarte este hierro entre las mandíbulas, para poderte guiar con estas riendas, y dejar que te coloque esta silla sobre el lomo para poderte cabalgar estable mientras perseguimos al enemigo'. El caballo accedió a las condiciones y el cazador se apresuró a ensillarlo y embridarlo. Luego, con la ayuda del cazador, el caballo no tardó en vencer al ciervo. Entonces le dijo al cazador: 'Ahora apéate de mí y quítame esos arreos del hocico y el lomo'. 'No tan rápido, amigo —respondió el cazador—. Ahora te tengo tomado por la brida y las espuelas y prefiero quedarme contigo como regalo".

"La lucha de clases sin fraternidad hace que la izquierda se parezca demasiado a los que quiere combatir, igual que la fraternidad sin enemigos es una nota sin instrumentos", escribe Juan Carlos Monedero en La izquierda que asaltó el algoritmo (Editorial Catarata, 2018). "Los drones se esconden detrás de una nube y las víctimas se separan como si eso sirviera para algo. Fragmentados, no vamos a ninguna parte. La derecha tiene el miedo. La izquierda, la esperanza. Sin la fraternidad, la izquierda no podrá recomponer los fragmentos".

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