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inna afinogenova - pa quÉ me invitan

Agente de Putin infiltrada en La Base

Inna Afinogenova en La Base
Inna Afinogenova en La Base.

Llevo en este programa trabajando desde finales de junio y todos los días intento sacar mi mejor sección. Todos los días aprendo algo e intento transmitir ese conocimiento a los que nos siguen, de la manera más amena, comprensible y honesta.

Todas las semanas, desde hace meses, recibo ataques personales de todo tipo: en la prensa y en las redes sociales. Antes, a lo largo de años, era solo un sector: los luchadores contra la propaganda rusa de toda la vida. Estos tuvieron su día más feliz el 24 de febrero cuando comenzó la invasión rusa a Ucrania porque tuvieron carta blanca para lavar el suelo conmigo. Bien hecho, me lo merecí, estaba convencida de que esa invasión no sucedería y así lo decía públicamente, me parecía una absoluta locura y se demostró que lo es, y no fui capaz de creer que el gobierno de mi país fuera a atreverse a iniciar ese proceso de autodestrucción que está transitando.

Renuncié a mi trabajo, para poder decir lo que pienso sobre esta guerra y sobre todo lo que la rodea, no ponerle eufemismos, ni tener que justificarla, ni tener que evitar hablar de ella, ni tener que hablar de 'reincorporaciones de territorios' cuando se trata de anexiones, ni tener que enumerar las maldades de EEUU para justificar la maldad de Rusia

Por todo ello me gané un odio visceral de cierto sector de izquierda que me tilda de otanista vendida. Una izquierda que se autodenomina antiimperialista que odia a Pablo Iglesias y apoya a la ultraderecha ultraconservadora de mi país, dicho sea de paso. 

Renuncié a mi trabajo, a un sueldo, me fui de mi país sin demasiadas certezas sobre qué haría aquí, dejé mi casa, mi familia, y es muy probable que siempre que en este programa abordamos temas de la guerra me esté jugando la posibilidad de volver allí, con cada intervención que hago, por una serie de leyes que impiden hablar a ciudadanos rusos con libertad sobre lo que pasa. ¿Creéis que me dejaron de pegar los luchadores contra la supuesta propaganda rusa? No, ahora lo hacen con igual o más intensidad: ahora que pueden zumbarle, además, a La Base, lo aprovechan aún más. 

Antes existía una razón evidente para darme: trabajaba en un canal ruso, absolutamente demonizado aquí y bastante seguido en Latinoamérica, por cierto. Ahora, como he renunciado, por la única razón de no querer contribuir a una línea editorial que en términos generales justifica esta guerra, pues de alguna forma hay que seguir sacando mi nombre, mi apellido y mi rostro en sus escritos sobre la propaganda, no sea que el lector se confunda y piense que soy una periodista más y que La Base es un proyecto periodístico antihegemónico que merece ser considerado, como mínimo. No. 

Siempre entre condicionales y supuestos, siempre dejando caer y "diciendo sin decir", siempre con insinuaciones y tirando de "expertos", en muchos casos anónimos, para llegar a la misma conclusión. 

En junio, El Confidencial, apodándome la "ruleta rusa de Pablo Iglesias" publicaba una sarta de mentiras atribuyéndolas a un experto que no se atrevió el pobrecito a revelar su nombre por temor a represalias. No sé si por temor a represalias o más bien por temor a una posible denuncia, pero en términos generales el artículo está escrito para llamar la atención de no sé muy bien quién sobre que estoy en España, estoy trabajando en La Base y ojo, ojito, miren que es rusa, imposible que saliera de Rusia sin más, lo más probable es que todo ha sido una maniobra del Kremlin y sigue trabajando de manera encubierta para Rusia.

Es decir, me acusan de mentir y me acusan de ser agente de inteligencia.
En medio de todo esto se les escapa una frase que ya me dirán ustedes cómo me la tengo que tomar. Dice el experto: "No tengo claro que se atreva con el Gobierno español. Por ahora es una persona que pasa bajo el radar de la política nacional, pero si empieza a hacer ruido, en Moncloa se preguntarán quién es esta persona... quien, por cierto, ha obtenido el permiso de trabajo a una velocidad sorprendente". Sobre mi permiso de trabajo, decirle al experto que consulte en Extranjería los trámites para familiares de ciudadanos de la Unión y deje de sorprenderse por cosas que son fácilmente verificables, que queda a la altura del betún.

Sobre lo otro: si me atrevo con el gobierno español en Moncloa se preguntarán quién soy y qué es lo que me va a pasar exactamente. Pregunto, ¿porque El Confidencial no lo aclara? ¿Cuál es el riesgo de que un periodista con documento de identidad de extranjero critique al gobierno de un país, donde según esos periodistas, a diferencia de Rusia, sí existe la libertad de expresión?

Dejemos El Confidencial. Hace unas semanas: El Mundo. Me escribe una corresponsal de ese periódico un correo que dice, literalmente, "me gustaría charlar contigo para un tema que vamos a sacar este sábado en papel". Yo, como ya sé que todo lo que quieren decir de mí lo tienen clarísimo desde antes de ponerse a investigar, paso de responder y, efectivamente, descubro días después un artículo, más o menos, del mismo estilo que el de El Confidencial, con muchísimos más errores de datos, pero con algo menos de maldad, todo hay que decirlo. 

La semana pasada, una columna de El Mundo, me mete con calzador en un artículo sobre la televisión rusa en ruso, insultándome con el apelativo de "ex inquisidora de RT, reinsertada con éxito en esa decadente realidad democrática española que ha cobrado atractivo a la hora de salvar el pellejo". No sé ni a qué reinserción se refiere, ni qué poder "inquisitorial" he ostentado nunca, ni cuándo he dicho nada de que esta sociedad sea más o menos "decadente". 

Ayer, otra vez diario El Mundo, sacando un reportaje titulado "El Batallón Pro Putin de los Moscú Bizum". No lo he podido leer completo puesto que no está aún subido en la web, y no pienso pagar por su versión en papel. 

Pero por lo que he podido ver, mete en el mismo saco a actuales trabajadores de RT, algunos tuiteros, algunos analistas militares que no se alinean al 100% con la OTAN, otros que sí transmiten el argumentario del Ministerio de Defensa Ruso, y los acusa, por supuesto sin pruebas y mediante condicionales, de cobrar de Moscú. Mi cara, acompañando esa infamia. Que me reconozcan en la calle, que sepan quien soy, que tengan claro que no, no he dejado aquello porque la guerra de Rusia contra Ucrania me parece una tragedia y un error, sino porque me pagan y lo que busco es salvar el pellejo. 

Yo no sé si a otros analistas a los que enumera ahí les pagan o no, en ese artículo desde luego que no hay prueba alguna de ello. Yo lo que sé es que en lo que a mí respecta, mienten. Mienten sobre mi pasado y mienten sobre mi presente. Es muy burdo, pero vamos con ello.

Y qué es lo que pienso sobre todo esto: que soy el ejemplo perfecto de que da igual lo que digas o lo que pienses, da igual que cambies de opinión sobre ciertos asuntos, que reconozcas que te equivocaste en tus predicciones, que por esos asuntos desmontes tu vida y tengas que reconstruirla en otro sitio. Da igual que renuncies a la posibilidad de ver a tu familia todos los días y de vivir en tu casa. Te van a pegar siempre.

Y ese es un aviso a todos aquellos que siguen contribuyendo con su trabajo a la visión -del Ministerio de Defensa ruso- de que la guerra en Ucrania ha sido justa e inevitable. Es un aviso para ellos. Cualquiera pensaría: ¿para qué salir de aquí si me van a machacar igual? Ahora al menos me machaca solo ese sector, luego se le va a sumar otro más, mientras que los de siempre, no me otorguen un mínimo de credibilidad, y se empeñen, con más ganas, más esfuerzo y más coordinación, en intentar hundirme.

Al final, eso sí, vale la pena. Esta gente al fin y al cabo no va a dejar de trabajar con esa falta de ética y de profesionalidad que les caracteriza, contentos por seguir el relato de los vencedores, por estar siempre del lado de los mismos: los dueños del mundo. Pero yo creo que podré dormir más tranquila, pese a las molestias que me causa estar leyendo patrañas sobre mí cada cuatro días. Al menos si, como dice alguno de ellos, no me acaban matando.

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