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Isabel Coixet disecciona el caso del profesor de teatro que abusó de sus alumnas durante 20 años ante el silencio de todos

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'El techo amarillo' da la palabra a alguna de las mujeres, entonces adolescentes, abusadas por Antonio Gómez, hoy huido a Brasil tras recibir una indemnización de 60.000 euros del patronato al que pertenece el ayuntamiento de Lleida

Tráiler de El techo amarillo, de Isabel Coixet

Dice Isabel Coixet estar convencida de que la sociedad (es decir, todos nosotros) genera una especie de gelatina tóxica que nubla la vista, entorpece el juicio y finalmente condena. "Esa pasta hace que como primera respuesta al acoso de un depredador se sienta el halago de verse elegida, de reconocerse especial y única, antes que simplemente el peligro", dice. El comentario viene a cuenta 'El sostre groc (El techo amarillo)', el documental que recoge el testimonio en crudo de media docena de mujeres que en realidad son muchas más. Hablan por ellas y por todas las y los adolescentes que entre 2005 y 2018 pasaron por el Aula de Teatre de Lleida, un centro regido por un patronato y con financiación municipal. "Quizá en total pudieron ser unos 900 alumnos que contaban entre cinco años, la edad mínima, y 17", calcula la propia directora sobre la marcha no tanto para ofrecer la dimensión del desastre, que también, como el horrísono del más sepulcral de los silencios.

Allí, en el centro y en calidad del profesor más carismático ("No aguanto esa palabra", corre a puntualizar la directora) se encontraba Antonio Gómez. Todas las que toman la palabra en la película le describen primero como un hombre encantador, magnético, motivador... De él hay testimonio de breves entrevistas en la televisión local donde explica en qué consiste eso de ser actor con la misma seguridad y don de gentes con que probablemente los lobos hablan en privado de los corderos. Lo que viene después ofrece una perfecta panorámica del vértigo. Gómez se servía de sus clases para humillar, abusar, hacer daño.

No sólo sexualizaba las sesiones de ensayo hasta el paroxismo usando a niñas y adolescentes en juegos a oscuras con tocamientos, besos, desnudos... Después de las clases, el acoso continuaba con mensajes al móvil de forma constante siguiendo el manual del perfecto manipulador. En los viajes, que contaban como giras, Gómez elegía con quién dormía, a quién elegía como favorita y a quién, puesto que suyo era el poder, despreciaba después de haber fingido que quería. "Todas reconocen que les hacía sentir especiales. El mecanismo psicológico siempre es el mismo. Ellas, que son niñas, acaban por sentirse mal, por arrastrar la culpa de no poder disfrutar de algo que se suponía que era lo mejor que les podía pasar", reflexiona la directora.

Imagen de 'El sostre groc'.
Imagen de 'El sostre groc'.

El documental recoge los testimonios, analiza los hechos, expone las heridas, pero, mucho más importante, acierta a capturar con toda precisión la densidad de, en efecto, la gelatina. Allí aparecen Marta Pachon, Aida Flix, Sonia Palau, Violeta Porta Alonso, Goretti Narcis y Miriam Fuentes. Y hablan, recuerdan y se cuentan. Importa lo que se ve y se escucha, pero igual de relevante es todo ese silencio cómplice y culpable que todo lo cubre. "La vergüenza", concreta Coixet. La película toma el nombre de lo único que recuerda una de las mujeres con la cabeza en permanente estado de bloqueo. Ese, amarillo, era el color del techo de la habitación que compartía con su admirado monstruo. Tenía 14 años.

"Hubo silencio de las también profesoras que sabían lo que pasaban, pero prefirieron mirar para otro lado por temor, por no remover las cosas o simplemente porque ellas también eran víctimas de ese encanto", comenta la directora. Pero también y en la misma medida, hubo silencio por parte del ayuntamiento que prefirió pagar una indemnización de 60.000 euros... "y zanjar el asunto". Con ese dinero, Gómez huyó a Brasil donde, al parecer, reside. Y aún existe el silencio de muchas de las víctimas que se avergüenzan de --el mundo al revés-- haber sido víctimas. "Grabamos muchos testimonios que finalmente no han sido editados porque las protagonistas se arrepintieron o fueron presionadas por familiares", confiesa Coixet. Y finalmente hubo silencio de la propia Justicia (la nuestra, la de todos) que después reconocer el delito (eso hizo la fiscalía) por la denuncia de nueve de las alumnas no le quedó otra que archivar la causa por haber prescito. "Si la denuncia hubiera sido unos meses más tardes, con la nueva ley (Ley de Garantías de la Libertad Sexual, más conocida como Ley de 'solo sí es sí') habría posibilidad de perseguir al abusador", comenta entre la amargura y, por qué no, la esperanza la cineasta.

La directora Isabel Coixet, en la presentación de 'El techo amarillo'.
La directora Isabel Coixet, en la presentación de 'El techo amarillo'.Javier EtxezarretaEFE

Cuenta Coixet que todo empezó el día que leyó en el periódico el reportaje de investigación. "No me surgió hacer el documental, pero quedé tan impactada que el asunto quedó conmigo. Luego llegaron las entrevistas, los caminos cortados y hasta el recuerdo vívido de la novela totémica 'El consentimiento', de Vanessa Springora. "Llegué a hablar con ella y son casos tan parecidos en muchos de los aspectos que demuestra que el problema no es de París o Lleida, sino mucho más amplio, de todos", sigue.

De hecho uno de los párrafos claves de la novela arranca con una pregunta. "¿Por qué una adolescente de catorce años no podría amar a un hombre treinta años mayor que ella? Cien veces había dado vueltas mentalmente a esta pregunta. Sin darme cuenta de que estaba mal planteada, desde el principio. Lo que había que cuestionar no era mi atracción, sino la suya", se lee en el texto y, con distintas modulaciones, se escucha una y otra vez en el documental modélico por muchas razones. "Lo inconcebible es que se sacrifique la justicia en aras de algo así como la paz social. La frase. 'Callémonos que remover las cosas es peor' es el problema. Así condenas dos veces a la víctima. Por lo que pasó y por lo que le haces pasar, la culpa que vuelcas de nuevo en ella, al obligarla al silencio", dice.

'El sostre groc (El techo amarillo)' discurre por la retina como un humo ocre que se espesa a medida que avanza. Y así hasta adquirir el peso y el color extraño de la gelatina. El silencio es culpable y amarillo.

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