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Vuestros hijos fachas: por qué cada vez hay más jóvenes reaccionarios
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Vuestros hijos fachas: por qué cada vez hay más jóvenes reaccionarios

El temperamento de la juventud es la rebeldía. Ellos detectan lo que irrita a sus padres y a sus profesores y, por este motivo, exclusivamente por este motivo, lo hacen

Foto: Foto: EFE/Pepe Torres.
Foto: EFE/Pepe Torres.

Me ha parecido muy interesante el artículo de Marta Nebot, "Nuestros hijos fachas", en 'Público'. Tocaba teclas de un aparatoso clavicordio que tengo metido en la cabeza desde hace tiempo, y que ha estado sonando con insistencia cada vez que me invitaban a un instituto o una universidad a dar una charla en los últimos años. Algunos muchachitos que he conocido allí me han inducido a hacerme preguntas divertidas que van en la línea de lo que Nebot expresa como angustiante preocupación.

La periodista se recrea en la tendencia que ha observado entre sus amigos de izquierdas: cada vez les salen más hijos de derechas. Cita también la estadística que dice que cada vez más jóvenes (uno de cada cinco varones, una de cada diez hembras) califican la violencia de género de "invento ideológico" y recoge el dato de crecimiento del voto a Vox entre la franja más baja en edad de los votantes. "Veo gente de izquierdas teniendo hijos de derechas y no veo lo contrario", explica.

No pretende ser categórica y estoy seguro de que muchos padres conservadores le podrán decir que ellos siguen teniendo hijos demasiado rojos para su gusto. Tampoco estoy convencido de que hijos reaccionarios no lleven saliendo de cunas progresistas toda la vida. Pero las preocupaciones de Nebot coinciden, no solo con algunas estadísticas, sino con lo que yo he venido observando en centros educativos. Creo que es cierto que hay una querencia, al menos llamativa, por la derecha entre algunos jóvenes.

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También la hay en otros por disolver su identidad sexual y conformar nuevas formas de ser chico, chica u otra cosa diferente. Llamativas opciones vitales que causan el espanto tanto de madres católicas como de madres feministas. Ya no hay tribus urbanas, como hubo en los noventa, sino que hay opciones queer, y fachas. Supongo que la mayoría de los chavales pasan de todo, como siempre. Pero los que pegan el viraje muestran un panorama juvenil que alarma tanto como cualquier panorama juvenil ha alarmado a los padres desde el amanecer de los siglos. La época que nos ha tocado vivir.

Hay que preguntarse entonces, primero de todo, por qué la querencia por la derecha de algunos chavales nos llama la atención. Tenemos asumido que las personas suelen ser de izquierdas en la juventud y que luego, de mayores, se van volviendo conservadoras. El cliché no es el orden natural de las cosas, sino un estado mental: producto de la costumbre y la vagancia intelectual. Nos aleja del trabajo de pensar —porque las cosas son como son— y nos acaba dando gato por liebre. Así, podemos creer que la juventud tiene asociada una ideología, cuando lo que tiene asociado es un temperamento.

El temperamento de la juventud es la rebeldía. Ellos detectan lo que irrita a sus padres y a sus profesores y, por este motivo, exclusivamente por este motivo, lo hacen. No porque los odien, no porque quieran hacerles daño, no para destruir el mundo, sino porque necesitan afirmarse como seres humanos autónomos y el camino más directo es convertirse en antagonistas de sus padres. Si yo soy lo contrario que vosotros, entonces soy, existo, intuyen. Por eso me pongo anillos en la nariz, y me tatúo, y tengo sexo antes de que me lo permitáis, y bebo hasta vomitar. Por eso la hija de Almudena Grandes es de Falange.

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Por eso soy de género fluido —dirán hoy— y por eso alardeo de que voy a votar a Vox. Puede parecer contradictorio, pero no lo es. El sistema cultural y mediático es tan moralista que ha logrado que el cara al sol se convierta en un producto contestatario. Si a tus padres no les irrita que cantes canciones de Reicidentes, porque son los primeros que fantaseaban con que lo hicieras, entonces a por lo facha. Epatar a la burguesía significa para muchos chavales decir la machistada más bestia que se les ocurra, como en otra época lo era ponerse un póster del Che. Ambiente y reacción al ambiente.

Si los jóvenes han sido de izquierdas durante generaciones ha sido por el mismo motivo que han despreciado la música que tanto les gustaba a sus padres y optado por sonidos abominables y rompedores, se llamen jazz, swing, rock, punk, reguetón o trap, sucesivamente. Si el padre tira por la guitarra eléctrica, el hijo por el sintetizador. Han sido mayormente de izquierdas porque percibían que la sociedad a la que tenían que rebelarse para convertirse en individuos era conservadora.

Pero la sociedad que se encuentran hoy —los moralismos y manierismos éticos de hoy— son políticamente correctos. Ese es el rancio conservadurismo con el que se están encontrando y que sienten la necesidad de desafiar. De una generación de monjas sale una generación de putones verbeneros, y viceversa.

Por ejemplo: cualquiera que se relacione con profesores sabe que en los últimos años se ha hecho un esfuerzo consciente —estéril— por meter la ideología del feminismo en los centros educativos, bajo la discutible —pero nunca suficientemente discutida— creencia de que la escuela está para la formación cívica y espiritual de los menores, y no tanto para ofrecerles conocimiento. Los equipos docentes, en particular los compuestos por treintañeros millennials, han hecho esfuerzos voluntariosos por la educación social de los menores. La nueva ley educativa va por ese camino y nos habla de la perspectiva de género hasta en las matemáticas.

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¿Resulta que están saliendo por el género fluido o por el machismo reaccionario? ¿Y quién podría sorprenderse? No hay centro educativo público en España que no exhiba pancartas contra el machismo y el maltrato, por todas partes. Quien no entienda por qué algunos estudiantes están reaccionando a este credo con la hostilidad rebelde con que millones de chicos reaccionaron al crucifijo en el aula durante el Nacional-Catolicismo, no sabe qué es la juventud. Los hijos de los progresistas de hoy tienen muchas opciones de salir fachas por el mismo motivo que las hijas de los católicos rancios de ayer tenían cartas de salir más frescas que el Pirulo.

Dirán, con las manos en la cabeza, que lo que hace falta entonces es poner más énfasis todavía en la educación ideológica, galvanizar un modelo de interferencia moral que convierta a los jóvenes, cual androides, en lo que algunos adultos quieren programar que sean. Es inútil, por no decir contraproducente. Todo esfuerzo en una dirección que se aplique contra la masa de la juventud provocará una fuerza juvenil en dirección contraria, de la misma intensidad.

Lo mejor que se puede hacer para que los jóvenes dejen de radicalizarse contra algo es no darles tanto la matraca con ese algo. No hace falta más énfasis en los puñeteros valores. Yo apuesto a que ha sido el énfasis el que ha provocado esta reacción. Vuestro moralismo aburre a un adulto como yo, que es libre de cambiar de cadena. ¡Imagínate a un adolescente obligado a estar en la escuela!

Me ha parecido muy interesante el artículo de Marta Nebot, "Nuestros hijos fachas", en 'Público'. Tocaba teclas de un aparatoso clavicordio que tengo metido en la cabeza desde hace tiempo, y que ha estado sonando con insistencia cada vez que me invitaban a un instituto o una universidad a dar una charla en los últimos años. Algunos muchachitos que he conocido allí me han inducido a hacerme preguntas divertidas que van en la línea de lo que Nebot expresa como angustiante preocupación.

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