Una de las etimologías más interesantes que conozco es la de la palabra española moneda, que explica también el origen de la inglesa money. Esta historia la he leído incompleta o inexacta con demasiada frecuencia en la red, así que hoy me gustaría contarla a mi manera. Uno siempre prefiere sus propias inexactitudes.

GALOS DE PASEO POR ROMA

A principios del siglo IV a.C., cuando el territorio de Roma llegaba poco más allá de la propia urbe, los romanos sufrieron la humillación más grave de su historia. La tribu gala de los senones, llegada hacía poco a la llanura del río Po desde la actual Francia, se lanzó hacia el sur en 390 a.C. al mando de Breno, su jefe, en una expedición de conquista y saqueo de ciudades cada vez más próximas a Roma. Temiéndose lo peor, la República formó como pudo un ejército que les cerró el paso a pocas millas de la ciudad, en un episodio conocido como “la batalla del río Alia”. En realidad, casi todo en esa denominación es impropio: ni el Alia es propiamente un río, sino un torrente que afluía al Tíber (todavía hoy los expertos discuten sobre su localización), ni el encuentro entre galos y romanos fue propiamente una batalla.

Aguila oca gallo moneda

Según el relato claramente legendario que nos han dejado los historiadores, las cosas se hicieron mal desde el principio. Los tribunos consulares no cumplieron los mínimos preparativos ni estratégicos ni religiosos, y las águilas romanas se dieron a la fuga vergonzosamente a las primeras de cambio, dejando a los gallos franceses desconcertados (obstupefacti, o sea, paralizados, dice en su expresivo latín Tito Livio) por haber logrado la victoria sin repartir un solo mamporro. No hay duda de que Goscinny y Uderzo habrían disfrutado horrores dibujando el desastre, pero el pobre Obélix se habría sentido muy decepcionado por la mala calidad de los legionarios. Y es que aquel 18 de julio, más que nunca, estuvieron locos estos romanos.

asterix legionarios

Inexplicablemente el grueso de los fugitivos escapó hacia la vecina ciudad etrusca de Veyes, conquistada seis años antes por los propios romanos, y solo una parte se acordó de escapar hacia la vecina ciudad romana de Roma, que con las prisas de salir a la batalla había quedado indefensa. Los huidos a Veyes tuvieron que cruzar a nado el Tíber, en el que muchos se dejaron la vida. Los huidos a Roma, tal vez para redondear la carrera de despropósitos, siguieron escapando al entrar en ella hasta refugiarse precipitadamente en la fortaleza del Capitolio, sin siquiera pararse a cerrar las puertas exteriores de la ciudad.

Haciendo un elemental cálculo de sus esperanzas de salvación, la mayor parte del pueblo abandonó Roma, salvo algunos ancianos que decidieron quedarse en sus casas a esperar dignamente el fin, vestidos con sus mejores galas (dicho sea sin ningún recochineo). Y así los galos entraron en las calles de Roma paseando tranquilamente, como turistas extranjeros en bermudas, y si no se hicieron selfies en el Foro fue porque aún faltaban más de dos milenios para que otro galo, llamado Louis Daguerre, inventara la fotografía.

Asterix galos turistas

Una vez superado el primer momento de sorpresa, se dedicaron a saquear sin resistencia, matar civiles despistados y prender fuego a algunas casas. Y todo ello, sin excesivo empeño ni motivación, como cuando el Barça está goleando al Guijuelo en una eliminatoria de Copa. Después, viendo que no podrían reducir fácilmente a los resistentes del Capitolio, se prepararon para un largo asedio con la esperanza de rendirlos por hambre. Y, aunque los romanos se permitieron alguna machada, como lanzar hogazas de pan desde lo alto de la fortaleza, tras unos meses la rendición pareció un desenlace socorrido a unos y otros. Después de todo, los galos nunca habían tenido la menor intención de quedarse a vivir en una ciudad tan calurosa, y al parecer se contentaban con recibir una compensación económica a cambio de partir a otros territorios y otros saqueos. Los senadores se comprometieron a pagar un rescate de mil libras de oro (unos doce millones de euros de hoy), que estaban terminando de reunir y pesar cuando fueron salvados in extremis por los soldados refugiados en Veyes, al mando del gran Marco Furio Camilo. En una leyenda como Dios manda, siempre aparece justo a tiempo el Séptimo de Caballería.

Ay de los vencidos
Breno añadiendo su espada a la balanza, a la voz de «¡Ay de los vencidos!»

LAS OCAS QUE GANARON UN TEMPLO PARA JUNO

Hitler en Paris-junio 1940El saqueo galo de Roma me recuerda las imágenes de París en junio de 1940 durante la ocupación alemana. En ellas un Hitler tranquilo pasea su imperturbable bigote como Adolf por su casa en una ciudad que siempre admiró. La vista del invasor disfrutando de lo que te pertenece, con esa mezcla de ostentación, complacencia y, en el fondo, desapego, es más de lo que unos ojos patriotas pueden soportar.

La humillación de Roma fue tan completa, que la posteridad se las arregló para salvar los trastos como pudo, magnificando un puñado de episodios luminosos que pudieron encontrarse con lupa entre escombros de oscuridad y vergüenza. Y así se guardó para siempre recuerdo de un sigiloso pelotón de galos que una noche se las había ingeniado para escalar cierto acantilado que subía al Capitolio. En lo alto de aquella parte de la colina había desde tiempo inmemorial un recinto dedicado al culto de la diosa Juno, donde se criaba una manada de ocas, ave de conocida agresividad territorial. Los bravos animales, que por estar consagrados a la diosa se habían librado del puchero en medio de tanta escasez, supieron premiar la dura abstinencia, delatando la incursión con violentos graznidos y aleteos. El ruido despertó al excónsul Marco Manlio, que tenía por allí cerca su casa y pudo dar la voz de alarma. La rápida respuesta libró a los resistentes de una derrota prematura.

Colina del Capitolio en epoca arcaica
Reconstrucción de la colina del Capitolio en época romana arcaica. Se aprecian sus dos cimas y el famoso acantilado de los galos.

Y aunque la derrota acabó madurando por sí sola, nadie pudo negar que Juno había cumplido, por medio de sus ocas sagradas, el viejo papel de protectora del Estado, que compaginaba religiosamente con la protección del matrimonio y la fecundidad. Por eso, unos años después, en el 344 a.C., se levantó dentro de aquel recinto un gran templo en su honor y le fue dedicada una fiesta en el primer día de su mes, junio. La advocación elegida para este santuario no fue ninguna de las tradicionalmente asociadas a la diosa (Juno Matrona, Natalis, Pronuba, Matuta, Lucina, Regina, Conservatrix, entre otras), sino que se creó una nueva en memoria de la feliz intervención: Juno Moneta, epíteto que deriva del verbo monere (‘avisar, advertir, aconsejar’) y significa por lo tanto ‘avisadora, advertidora, consejera’.

LA CECA DE LA DIOSA AVISADORA

Después del terrible shock del saqueo, los romanos lograron rehacerse sorprendentemente bien. Tanto, que en poco tiempo ya andaban metidos hasta las cejas en el empeño de incorporar a su pequeño territorio toda la península itálica. Se cuenta que durante las Guerras Pírricas (280-275 a.C.) el creciente gasto bélico les hizo temer seriamente por las reservas de oro público. Así que decidieron pedir consejo a Juno, que para eso era moneta, es decir, consejera. Esta, según la costumbre por intermediación de algún sacerdote o magistrado, respondió que el oro público nunca les faltaría, siempre que hicieran las guerras con justicia. En señal de reconocimiento por un consejo tan sagaz (una moderna empresa de consulting no lo habría hecho mejor), se decidió que en adelante la acuñación de dinero se realizara bajo el patrocinio de la diosa, precisamente en su templo de Juno Moneta.

Foro Romano y Capitolio
Reconstrucción del Foro Romano en la época clásica. Al fondo, el Capitolio con sus dos cimas. Sobre la derecha, el templo de Juno.

Y así, en el 269 a.C. edificaron junto al santuario un taller de acuñación. Como es natural, esta ceca tomó pronto el sobrenombre de la diosa (officina Monetae, ‘taller o fábrica de la Avisadora’), que terminó aplicándose al propio dinero allí emitido. Este cambio de significado es también natural, si se tiene en cuenta que algunas monedas, grabadas con la efigie de Juno, llevaban además inscrito el nombre de su advocación, como podéis comprobar en la imagen siguiente.

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Pieza con la efigie de Juno Moneta, emitida en tiempos de Julio César.

Esto explica que en español a las piezas dinerarias las llamemos todavía monedas. La palabra tuvo un inmenso éxito internacional. Pasó del latín al francés como monnaie, y a su vez del francés al inglés como money. El mismo origen latino tiene el sustantivo Münze (‘moneda’) de la lengua alemana, en cuyo registro coloquial existe además Moneten con el sentido de ‘pasta’. Otro tanto puede decirse del portugués (moeda), italiano y polaco (moneta), rumano (monedă), danés (mønt), holandés (munt) y hasta del ruso (монета, pronunciado mañeta).

Basilica di Santa Maria in Aracoeli

Y, para los amantes de la incomparable Roma, una información turística adicional. En opinión de los arqueólogos, los restos del templo de Juno Moneta, en la primitiva cima norte de Capitolio, se encuentran hoy bajo los cimientos nunca excavados de la basílica de Santa Maria in Aracoeli.

Por cierto, si vais próximamente a la Ciudad Eterna, no olvidéis haceros de mi parte un selfie en recuerdo de aquellos galos que un día pasearon perplejos en esas mismas calles, preguntándose –¡por Tutatis!- dónde demonios estaba la trampa de tanta facilidad.

Profesor LÍLEMUS

[Para mi antiguo alumno Emilio Sáenz-Francés, a quien conocí como apasionado de la historia y ahora reencuentro como historiador. De los de verdad, quiero decir]