Mariano García se proclama campeón del mundo indoor de 800 m

Atletismo | Mundiales indoor en Belgrado

El mediofondista murciano ha forjado su oro entrenándose en un terruño de su pueblo

Mariano García, por delante de sus rivales (con Álvaro de Arriba al fondo de la imagen), ayer

Mariano García, por delante de sus rivales (con Álvaro de Arriba al fondo de la imagen), este sábado 

Andrei Isakovic/ AFP

Mariano García (24) siempre será único.

Allí donde se expanden la ciencia y la tecnología, los tests de lactatos, las zapatillas mágicas y las superficies sintéticas, Mariano García prefiere quedarse en el pueblo, en el diminuto Cuevas de Reyllo (Murcia), en la casa de sus padres, y pedalear cinco minutos para ir a entrenarse en un campito de tierra, triangular, cuyo perímetro ronda los 300 metros.

Y le basta con eso, y también con su ansia y con su entrenador, Gabi Lorente –el mismo que también entrena a Mohamed Katir–, para abrirse paso entre la élite del mediofondo mundial.

Flaco, aparentemente desordenado en carrera, en realidad un estratega supremo, Mariano García sigue rompiendo esquemas como ochocentista.

Desde este sábado es el campeón del mundo indoor (es el tercer español en lograrlo, tras Colomán Trabado, oro en 800 en 1985, y Manolo Martínez, oro en peso en el 2003).

Sigo pensando que soy de los malos, aunque sea campeón del mundo, porque tengo mucho que mejorar”

Mariano GarcíaAtleta

Y con su oro al cuello, se define a sí mismo:

–Quiero mandarle un saludo a mi hermano, que está en el estadio, y a mi padre, que hoy es su día, y a mi pueblo, que hoy lo hemos luchado –dice–. Pero yo sigo pensando que soy de los malos, aunque sea campeón del mundo ahora, porque aún tengo mucho que mejorar y hay que trabajar como si no fuésemos nadie.

(...)

Cierto: su aparente despiste despista al resto.

En carrera, Mariano García es fuerza y pasión, pura furia española malgastada en otros tiempos y amaestrada en este invierno. La suya es la historia de un obstaculista reconvertido en milquinientista y, al fin, en ochocentista.

Mariano García y Álvaro de Arriba se funden en un abrazo, en Belgrado

Mariano García y Álvaro de Arriba se funden en un abrazo, en Belgrado 

Andrej Cukic / EFE

Su arreón en Belgrado ha sido ejemplo de autoconocimiento y, en cierto modo, una contradicción: si le preguntan, Mariano García dice que prefiere quedarse en el pueblo y entrenarse por su cuenta, sin compañeros ni referentes, para evitar el ponerse nervioso por lo que hacen los otros.

Eso dice.

Y sin embargo, viéndole competir, da la sensación de que tiene leída la carrera, el qué va a ocurrir y el qué debe hacer.

Ahí va la lectura.

El canadiense Marco Arop, grandote, es un frontrunner.

Le pirra el tomar la cabeza y el hacer de la carrera un suplicio. En realidad, no le queda otra en un gran campeonato, pues le falta una quinta marcha, ese acelerón que tanto premio le da a otros, como por ejemplo Álvaro de Arriba, otro magnífico ochocentista (cuarto en esta misma final).

Pues eso ocurre: Arop arranca y a su estela se monta la fila india. Y los números asustan, son de meeting internacional.

Se cruza el 200 en 23s97, con De Arriba en el grupo y Mariano García a cola.

Quien contempla la prueba cree ver en problemas a García, y sin embargo todo se disipa cien metros más tarde, cuando el español acelera y en un pispás se coloca segundo, tras Arop, después de cruzar los 400 m en 50s34.

El cambio de perspectiva es estupendo. 

Ahora, Mariano García se muestra soberbio. 

Controla la espalda de Arop y contempla al resto a través de las pantallas del pabellón. Demuestra que domina la escena: se gusta, tal y como se había gustado mes y medio atrás, en los Millrose Games, donde había firmado la mejor marca mundial del año (1m45s12).

–Me agobia Nueva York, a los dos días no podía más, quería volver al pueblo –contaba a Javier Sánchez, redactor de El Mundo, en una entrevista reciente.

Aguanta al canadiense en la tercera vuelta y acelera en la contrarrecta, con todos bloqueados, él también, porque el esfuerzo ha sido excesivo. La última recta es agónica, pero sigue en pie, empujando con brazos y piernas, y también con el alma. 

Gana en 1m46s20, quince centésimas por delante del keniano Noah Kibet.

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