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Es (casi) imposible llegar al Sol desde la Tierra

Es casi imposible caer al Sol, y no sólo eso, es considerablemente más difícil que llegar a Plutón o que salir por completo del sistema solar.

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El Sol concentra el 99,8% de toda la masa del sistema solar. El resto lo forman todos los planetas, cometas y asteroides que orbitan a su alrededor, por lo que podría parecer que debería resultar fácil, trivial casi, caer al Sol, caer a su superficie, pero esto no es así. Especialmente si tu punto de partida es la Tierra o cualquiera de esos planetas, cometas y asteroides.

La Tierra, en su movimiento de traslación alrededor del Sol, ese movimiento que nos da inviernos y veranos y, por supuesto, años, se mueve a unos 30 km/s y siempre de manera tangencial a la dirección al Sol o, como un cangrejo, de lado. El hecho de que la Tierra se mueva a esta velocidad implica que todo lo que hay en ella también lo hace, incluidos todos los cohetes que despeguen desde su superficie. Es exactamente lo mismo que ocurre con un tren en movimiento: todo lo que hay dentro de él se mueve a su misma velocidad, y si lanzas una piedra por una ventanilla, seguirá moviéndose a la velocidad del tren. Esto significará que si lanzamos un cohete en dirección al Sol, o sea hacia el interior de la órbita, tendrá, además de la velocidad debida a sus propulsores, la velocidad y la dirección en que se movía la Tierra en el momento del despegue y por tanto, acabará pasando de largo sin alcanzar su objetivo: la superficie del Sol. Para evitarlo sería necesario cancelar esta velocidad por defecto de la Tierra, lanzando ese cohete en dirección contraria al movimiento de traslación terrestre y dándole esa velocidad de 30 kms/. Haciendo esto conseguiríamos que el cohete quedara quieto, o al menos quieto con respecto al Sol, pudiendo entonces empezar su movimiento de caída libre.

Pero, como podrás imaginar, acelerar un cohete hasta que alcance 30 km/s, velocidad a la cual un viaje entre Madrid y Nueva York duraría poco más de tres minutos, es algo que requiere muchísima energía, concretamente 55 veces más energía que la necesaria para mandar a ese mismo cohete hasta Marte y bastante menos de la necesaria para salir completamente del Sistema Solar. Concretamente, basta con añadir 11 km/s a la velocidad inicial de la Tierra para llevar a un cohete a los confines del Sistema Solar, es decir, basta con darle un tercio de la velocidad necesaria para llevarlo al centro del Sistema Solar, que está mucho más cerca y dominado por una bola gigante de gas y plasma.

Es por este mismo motivo que hemos mandado más misiones espaciales al sistema solar exterior que a nuestra estrella. La más reciente de estas misiones, la Sonda Solar Parker, de la NASA, está ahora mismo en camino a convertirse en la misión que más se acerque al Sol, llegando en 2024 a menos de 6,5 millones de kilómetros de la superficie solar o fotosfera, unas 7 veces más cerca de lo que ninguna sonda ha llegado hasta ahora. Esta sonda fue noticia el pasado diciembre por haber “rozado” el Sol. Antes de acabar sus días chocando contra el astro rey, se convertirá en el objeto de origen humano más rápido de la historia, alcanzando unos 192 km/s.

Para conseguirlo recibirá siete empujones gravitatorios por parte de Venus que irán disminuyendo su velocidad tangencial, pero aumentando su velocidad total acercando a la sonda cada vez más al Sol. Normalmente estos empujones gravitatorios se utilizan para lo contrario, para aumentar la velocidad tangencial y llevar a la correspondiente sonda a órbitas más alejadas del Sol. Esto es lo que consiguió hacer la sonda New Horizons cuando pasó cerca de Júpiter en su camino a Plutón.

Durante su acercamiento a la superficie del Sol, la sonda estudiará la región conocida como corona solar, una región dónde el plasma puede llegar a alcanzar el millón de grados Celsius de temperatura y que se extiende durante millones de kilómetros. La corona solar es donde se generan fenómenos como el viento solar, culpable de que Marte haya perdido una gran parte de su atmósfera en los últimos miles de millones de años y causante de las auroras que pueden observarse cerca de los polos aquí en la Tierra. El mismo viento solar que fue detectado en 2010 por los instrumentos a bordo de la sonda Voyager 1 mientras ésta surcaba el vacío de las afueras del Sistema Solar, más allá de la órbita de Plutón, a 17000 millones de kilómetros de la Tierra y del Sol, o 116 veces la distancia entre planeta y estrella.

Y con todo, cuando la sonda Parker acabe sus días consumiéndose en la superficie del Sol, décadas después de que los humanos aprendiéramos a salir de nuestro insignificante sistema solar, habremos conseguido, al fin, alcanzar el corazón del único pedacito del universo que podremos, aún en los próximos siglos y tal vez milenios, llamar hogar.

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