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Redacción
Jueves, 30 de Diciembre de 2021
Astronáutica

La propulsión interestelar de tipo Ramjet vista por la ciencia actual

A la hora de plantearse la viabilidad de una nave capaz de viajar a otras estrellas con un tiempo de travesía razonable, la gran pregunta es casi siempre la misma: ¿Qué tipo de sistema de propulsión podría permitir recorrer a gran velocidad las enormes distancias entre las estrellas? No se puede hacer con cohetes ordinarios como los que se utilizan para viajar a la Luna o a Marte.

 

Se han propuesto muchas ideas más o menos especulativas al respecto: una de ellas es la propulsión Ramjet. Consiste en capturar protones en el espacio interestelar y utilizarlos en un reactor de fusión nuclear.

 

La idea ha ganado popularidad desde la década de 1960. E incluso ha sido introducida en los argumentos de bastantes historias de ciencia-ficción.

 

El físico Peter Schattschneider, de la Universidad Tecnológica de Viena en Austria y escritor de ciencia-ficción, ha analizado ahora este concepto más detalladamente y a la luz de la ciencia moderna, junto con su colega Albert Jackson de Triton Systems en Estados Unidos.

 

El resultado es desgraciadamente decepcionante para los aficionados a los viajes interestelares: el sistema Ramjet no puede funcionar como Robert Bussard, el inventor de este sistema de propulsión, lo ideó en 1960. El análisis se ha publicado ahora en la revista académica Acta Astronautica, bajo el título "The Fishback ramjet revisited".

 

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Recreación artística de una nave interestelar equipada con un sistema de propulsión de tipo Ramjet. (Imagen: NASA)

 

En el espacio interestelar hay gas muy diluido, sobre todo hidrógeno, aproximadamente un átomo por centímetro cúbico. Si se recogiera el hidrógeno delante de la nave espacial que avanza, mediante algo parecido a un embudo magnético, con la ayuda de enormes campos magnéticos, ese hidrógeno se podría utilizar para hacer funcionar un reactor de fusión y acelerar la nave. En 1960, Robert Bussard publicó un estudio al respecto. Nueve años después, se hizo por vez primera una descripción teórica de un campo magnético de este tipo. Desde entonces, la idea no solo ha entusiasmado a los aficionados a la ciencia-ficción, sino que también ha generado un gran interés en la comunidad astronáutica.

 

Schattschneider y Jackson han analizado ahora las ecuaciones, medio siglo después.

 

Un software desarrollado en la Universidad Tecnológica de Viena como parte de un proyecto de investigación para calcular los campos electromagnéticos en la microscopía electrónica resultó inesperadamente muy útil: los físicos pudieron utilizarlo para demostrar que el principio básico de la captura de partículas realmente funciona. Las partículas pueden ser recogidas con el campo magnético propuesto y guiadas hacia un reactor de fusión. De este modo, se puede conseguir una aceleración considerable, hasta velocidades relativistas.

 

Sin embargo, cuando se calcula el tamaño del embudo magnético, las esperanzas de una visita a nuestros vecinos de otras partes de la galaxia se desvanecen rápidamente. Para lograr un empuje de 10 millones de newtons, equivalente al doble de la propulsión principal del transbordador espacial estadounidense, el embudo debería tener un diámetro de casi 4000 kilómetros. Una civilización técnicamente avanzada podría construir algo así, pero el verdadero problema es la longitud necesaria de los campos magnéticos: El embudo debería tener una longitud de unos 150 millones de kilómetros, que es la distancia entre el Sol y la Tierra.

 

Así pues, tras medio siglo de esperanza en los viajes interestelares futuros vía Ramjet, ahora resulta evidente que este sistema de propulsión, aunque es una idea ingeniosa, seguirá siendo exclusivamente ciencia-ficción por tiempo indefinido. Todo apunta a que si algún día queremos visitar a un hipotético vecino cósmico, tendremos que idear y poner a punto otro sistema de propulsión. (Fuente: NCYT de Amazings)

 

 

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