“Hoy el capitalismo no acumula capital, sino deuda”

¿Edad? Mayor, pero en la economía del cortoplacismo y la deudarización del mundo lo que importa es la semana que viene, no la década próxima. Nací en Bruselas. Vamos a la Europa de los ancianos, algunos con ahorros, y una juventud menguada, empobrecida y endeudada. Colaboro con el Palau Macaya-La Caixa

Michael Feherfilósofo, fundador de Zone Books

Vamos a un mundo más abierto o más cerrado?

Ante la mundialización hay dos posturas que parecen enfrentadas, pero en el fondo son la misma. Por un lado, los populistas de derechas se aprovechan de la reacción de los ciudadanos que pierden bienestar y levantan fronteras, muros, tarifas, proteccionismo contra inmigrantes y productos extranjeros...

¿Y luego están los globalizadores?

Ese populismo antiglobalizador es el del Brexit, Trump, Erdogan, Putin y Orbán. Frente a ellos, los centristas liberales defenderían el libre mercado, la UE y Europa, como Macron o Merkel.

¿Y por qué dice que son lo mismo?

Porque ambos se aprovechan de plantearse ante el electorado como un nosotros o ellos. En el fondo hay complicidad entre ambos.

¿Por qué la globalización no es popular?

Porque esa liberalización, que en teoría nos enriquece a todos, en la práctica va generando monopolios, y esos monopolios –fíjese en los que ha generado la globalización digital– ejercen su poder sobre los reguladores y los capturan para pagar menos impuestos, como Google en Irlanda. La liberalización solo significa competencia para los más débiles.

¿Quiénes son?

Las clases bajas, por supuesto, pero también los inmigrantes, porque liberales y totalitarios los discriminan igual: Trump mete a inmigrantes en jaulas y la UE civilizada y liberal dispara contra ellos en las fronteras.

¿No ha sido siempre así?

Lo que ha cambiado es que ahora el capitalismo ya no es el juego de enriquecerse acumulando capital, sino de mandar acumulando deuda.

Y eso ¿cómo cambia las reglas?

La deudarización del sistema capitalista está sustituyendo la acumulación de capital por la acumulación de deuda. En los mercados, ya no preocupa la plusvalía latente ni el beneficio, sino el crédito.

¿El crédito no hay que pagarlo, al final?

Ni el resultado comercial, ni el cash flow , ni el beneficio comercial… Lo que aporta más valor ya no es el beneficio sino el crédito.

Pero una empresa (o nación) endeudada vale menos que una con cuentas saneadas.

Eso ha cambiado. Con la deudarización y la financiarización del sistema el sentido se invierte. El objetivo ya no es encontrar financiación para generar valor y obtener beneficio, sino modular las actividades producti- vas para atraer el crédito: cada vez más crédito.

¿Y cómo lo atraen?

Las empresas y los estados ahora solo se gobiernan para parecer dignos de crédito ante los mercados, aunque no creen valor.

Pues los tipos llevan años bajos y parece que va para largo en ausencia de inflación.

Los estados ayudan a sus empresas a endeudarse bajando impuestos y rebajando los costes laborales con la legislación apropiada. De ese modo, no las hacen más rentables ni solventes, pero sí aumentan su capacidad crediticia ante los mercados.

¿Eso no acabará en deuda insostenible?

Por eso para los estados el objetivo ya no es el crecimiento, sino la confianza de los mercados de deuda para que compren sus cada vez mayores emisiones. Y, poco a poco, estados, empresas y bancas introducen en la rueda de la deuda a los individuos.

¿Cómo?

Para obtener ese crédito, los estados necesitan recortar el Estado de bienestar, pensiones y condiciones laborales y eso no les hace más solventes, pero sí más capaces de obtener más y más crédito. Y así también los individuos acaban endeudados por sistema.

¿Por qué?

Porque al final especulamos con nuestras vidas para obtener la máxima calificación crediticia y en ese punto los partidos nacionalistas intervienen para exigir que la condición de ser “de aquí” puntúe como calidad crediticia: “Tal vez no tengas formación ni capacidad de crear valor, pero eres de aquí, de los nuestros...”. Tienes derecho sobre los “de fuera” aunque estén más preparados y quieran trabajar más y mejor que tú.

Y en el futuro, ¿usarán la deuda para obligarnos a pagarla?

El horizonte de la política europea es transformar el continente en un asilo de ancianos. Ellos tendrán el ahorro y los jóvenes estarán endeudados hasta la médula. Y el poder será de quien decida quién merece crédito.

¿Quiénes lo decidirán, pues?

Keynes explica que la bolsa es como un concurso de belleza en el que no cuentan los balances tanto como el aspecto de las empresas. Es el paso del beneficio al crédito.

Un paso muy arriesgado.

Convierte a los mercados en casinos. Y hoy los estados están financiados en ese casino.

Pues los liberales centroeuropeos y alemanes aún demonizan la deuda.

Por eso, en los ochenta y noventa, como no les gustaban los mercados de deuda, fueron las cajas regionales alemanas las que prestaron y acabó en la quiebra espantosa del 2007.

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