Cuando el feminismo era auténtico

La imagen que mejor representa el «feminismo auténtico» es la que hizo el diseñador gráfico J. Howard Miller en 1942 en su famoso póster conocido como ‘Rosie, la remachadora‘. Eran los tiempos en que Estados Unidos se vio obligado a entrar en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque de Japón el 7 de diciembre de 1941 a su base naval de Pearl Harbour en Hawai y los hombres fueron llamados a las filas en masa. Por eso el objetivo era animar a las mujeres a unirse al trabajo en las fábricas y Miller hizo un cartel en el que presentaba la imagen de una mujer trabajadora con el lema «We can do it» (Nosotras podemos hacerlo).

La mujer que inspiró este cartel se llamaba Naomi Parker Fraley recientemente fallecida el pasado 20 de enero de 2018 a los 96 años de edad que con 20 años en aquellos tiempos y junto a su hermana Ada, de 18, trabajaban en una planta aérea de Alameda, California, donde entre sus tareas estaba, precisamente, el remachar piezas de aviones. Fue una foto suya haciendo esta labor la que inspiró a J. Howard Miller para diseñar su famoso póster.

Aquella mujer vestida con mono azul y un pañuelo anudado en la cabeza, arremangándose para mostrar músculo fue el mejor símbolo de la capacidad de las mujeres de hacer el mismo trabajo que el hombre y eso es precisamente lo que es el feminismo: la lucha de la mujer por la igualdad de sus derechos.

Si hubo alguna vez un feminismo auténtico fue el de algunas mujeres de los albores del siglo XX que lucharon por su derecho al voto. Hace 100 años las mujeres no podían votar en muchos países y la lucha en favor del derecho al voto femenino fue una guerra titánica cuyas batallas más importantes se celebraron en el Reino Unido donde un grupo de aguerridas mujeres representaron el movimiento feminista más auténtico: el sufragismo británico.

Mientras que en otras partes del mundo la mujer no osaba ni abrir la boca, en la Inglaterra de principios del siglo XX aquellas valientes mujeres empezaron a luchar por sus derechos exigiendo su derecho al voto. Las sufragistas británicas que aparecieron en los albores de 1903 empezaron primero como un grupo de protesta moderada y al principio solo se conformaban con interrumpir a los varones candidatos a las elecciones con gritos de protesta pero el despreció de aquellos hombres hacia ellas llegó a tal punto que ellos mismos acabaron por dirigirse exclusivamente a audiencias masculinas.

Así se despertó un «feminismo auténtico» en Inglaterra representado por una gran líder: Emmeline Pankhurst (1858-1928) que fue una de las fundadora del movimiento sufragista británico. Los inicios de su batalla se remontan a 1889, cuando fundó con su marido, Richard Pankhurst, la Liga para el Sufragio Femenino (Women’s Franchise League) cuyo objetivo era conseguir que las mujeres participaran en los comicios locales y que tuvieran los mismos derechos que los hombres en temas como el divorcio o la herencia. Más adelante y para reclamar la protección jurídica y legal de la mujer dentro del sistema británico fundó el 10 de octubre de 1903 la Unión Social y Política de las Mujeres (Women’s Social and Political Union– (WSPU) un grupo formado sólo por mujeres, entre las cuales se encontraban sus dos hijas: Sylvia y Christabel.

Emmeline Pankhurst

Cuando organizó la gran marcha de Hyde Park del 21 de junio de 1908, allí se concentraron 500.000 activistas, pero aquello derivó en una gran agresión policial hacia ellas con persecuciones y detenciones.

Cartel publicitario del periódico semanal sufragista Votes for Women, 1909

La policía de Manchester arresta a una sufragista durante una protesta en la calle. Foto: Past Pix / SSPL / Age fotostock

La represión estatal fue tan dura que se apresó a cientos de mujeres sufragistas que fueron encarceladas y sometidas a duras condiciones de reclusión. Muchas se declararon en huelga de hambre y la solución fue darles una alimentación forzosa en un proceso doloroso y peligroso que no hizo más que despertar simpatías por su causa entre la población.

Las sufragistas son alimentadas a la fuerza en la cárcel. Litografía de Achille Beltrame, 1913. Foto: Look and learn / Bridgeman / Aci.

En 1910 se planteó la aprobación de la Ley de Conciliación (Concilation Bill) en la que en un primer momento se planteaba el derecho al voto para las mujeres de Gran Bretaña e Irlanda que por la oposición de los conservadores y liberales no fue aprobada. Por ello el 18 de noviembre de aquel año Emmeline y 300 mujeres más, se plantaron frente a la Cámara de los Comunes exigiendo la aprobación de aquella Ley pero la policía, siguiendo órdenes de Winston Churchill, disolvió aquella manifestación-una vez más- con un grado de violencia extrema.

“Convictos y locos no pueden votar. ¿Las mujeres deben pertenecer a ese grupo?», se lee en este cartel sufragista de 1910

Dos años más tarde, en 1912, hubo otro intento fallido de aprobar aquella Ley de Conciliación también sin éxito y esto hizo que Pankhurst y sus seguidoras estallaran. Ella se cansó de luchar con la palabra y pasó a la acción arremetiendo contra todo con un lema: «Deeds, not words» (Hechos, no palabras). Bajo su dirección y por primera vez en la Historia, las mujeres reivindicaron sus derechos y se volvieron violentas. Se quemaron orquídeas en el Real Jardín Botánico de Kew, buzones de correos en las calles de Inglaterra, se grabó con ácido en uno de los principales campos de golf donde acudían los políticos británicos el mensaje: «Vote for women» (Voto para las mujeres), se desgarró el tapizado de los asientos de los coches del ferrocarril y se mutilaron algunos cuadros en galerías de arte. La cosa llegó a tal extremo que estas sufragistas se transformaron en un verdadero peligro público .

El cenit llegó en 1913. El 19 de febrero varias sufragistas lanzaron dos bombas en la mansión de David Lloyd Georges, ministro de Hacienda, «para despertarlo«, según defendió Pankhurst lo que le costó a ella una condena de tres años de prisión por «conspiración para incitar a ciertas personas a que cometan daños contra la propiedad«.

La guinda de la lucha la puso el 5 de junio de aquel mismo año otra joven sufragista inglesa llamada Emily Wilding Davison que en el Derby de Epsom intentó colgarle una cinta a favor de su causa al caballo Anmer, propiedad del rey JorgeV justo en el momento en que el animal empezaba su carrera.

Fue arrollada y murió tres días después. El Daily Mirror decidió colocar la noticia en portada.

Noticia de Portada del incidente del periódico Daily Mirror en 1913. Foto: Bridgeman / Aci

La mártir del sufragismo británico Emily W. Davison

Así eran aquellas valerosas mujeres. Nada las arredraba y cómo decía la gran Emmeline: «La condición de nuestro sexo es tan deplorable que es nuestro deber violar la ley con el fin de llamar la atención sobre los motivos por lo que lo hacemos»». Esto es feminismo en estado puro

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se interrumpió la actividad de la WSPU y Emmeline Pankhurst como la gran mujer que era, abrazó la causa patriótica y se puso a disposición del gobierno . El rey Jorge V termino amnistiando a las sufragistas a cambio de que reemplazasen la mano de obra masculina que había ido al frente y ellas lo hicieron, con entereza incontestable.

Al terminar la Gran Guerra se dio el primer paso en 1918, cuando el Parlamento británico permitió votar a las mujeres mayores de 30 años: un derecho que benefició a 8,4 millones de mujeres. Diez años más tarde en 1928 se aprobó finalmente que las mujeres votaran con las mismas condiciones que los hombres y cuando el 14 de junio de ese año moría a los 69 años de edad en Hampstead, Londres la gran Emmeline Pankhurst lo hizo sin saber que el 2 de julio de aquel año su sueño se cumpliría y el voto le sería concedido a todas las mujeres mayores de edad.

Clara Campoamor y Victoria Kent, dos mujeres enfrentadas por el voto femenino

En España- que siempre hemos sido diferentes-tuvimos a dos mujeres abogadas que ocuparon un escaño en el Congreso desde 1931 hasta las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Entraron en el Parlamento cuando las mujeres aún no podían votar pero sí ser elegidas: Clara Campoamor por el Partido Radical de Lerroux, y Victoria Kent por el Partido Republicano Radical Socialista.

Clara Campoamor era una auténtica feminista que defendía el derecho al voto para todas las mujeres pero se tuvo que enfrentar a otra mujer que no tenía nada de ello y que cayó en el viejo prejuicio del machismo más reaccionario, porque estaba convencida de que la inmensa mayoría de las mujeres españolas, educadas en la sumisión reverencial al varón, representaban un masivo voto reaccionario contra el republicanismo de izquierdas. Por ello se opuso al voto femenino en España en el debate que se mantuvo sobre el mismo en las Cortes el 1 de octubre de 1931. Tuvieron que pasar dos años más hasta que en 1933 finalmente fue posible que las mujeres votaran en España

Desde entonces el feminismo en España-salvo casos puntuales aislados- nunca ha sido auténtico porque se ha convertido en una cuestión de género donde las mujeres intentan prevalecer . Aparecen pancartas como la de la imagen que solo reivindican el orgullo de ser mujer y poseer sus atributos y que son la forma de manifestarse de ciertos nuevos grupos ‘pseudo feministas’ que anteponen el género a los verdaderos valores de la mujer. Suelen ser un banderín de enganche para muchas mujeres que lo único que saben hacer es recordar agravios que quizás nunca se han producido y que utilizan el concepto del «género» como un arma de lucha por sus ideales.

Este tipo de pancartas reivindicativas le dan la razón a aquella Victoria Kent que no creía en la madurez de la mujer española cuando decía aquello de «Sres. Diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República». Es decir que la mujer, en manos de asociaciones con presupuestos multimillonarios, dirigidas por partidos políticos usa la ideología de género como fuerza de choque para ‘tomar la calle’ reivindicando consignas de tintes falsamente progresistas.

Y así no resulta extraño que en España se cuestione el feminismo y se use y abuse de la palabra ‘feminazi’ , ese horrible acrónimo formado por los sustantivos «feminista» y «nazi» que sirve para calificar a la mujer de manera peyorativa. Por cierto que está palabra fue inventada por el locutor estadounidense Rush Limbaugh en su libro ‘La forma en las que las cosas deberían ser’ (1992).

Pintadas aparecidas hace pocos días en el Centro 8 de Marzo de Fuenlabrada. Madrid (España)

Por eso mi mejor consejo para las mujeres sinceras de España que aún sientan la llamada del feminismo auténtico es el de que se miren en el espejo de aquellas valientes mujeres inglesas de principios del siglo pasado que si sabían lo que era el mismo.

Bibliografía

  • Bartley, Paula. Emmeline Pankhurst.

  • Fulford, Roger. Votes for Women: The Story of a Struggle.

Sufragistas: la lucha por el voto femenino

2 Comentarios

  1. Marcy Maione dice:

    Definitely, what a splendid site and enlightening posts, I surely will bookmark your site.Best Regards!

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  2. Gabriel Tamayo dice:

    Más de una feminazi debería leer esto. Muy interesante amigo Manolo.

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