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Por qué no es una buena idea tratar de contener un pedo

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En la intimidad puedes abrir la compuerta de salida a esos gases que ingresan al recto debido a los procesos gastrointestinales del cuerpo con la digestión y el metabolismo: los pedos. Sin embargo, en una reunión de trabajo es lo último que quieres dejar escapar, ¿qué ocurre realmente cuando los retienes?

En primer lugar, y como hemos explicado anteriormente, hay que tener en cuenta qué es un pedo y de qué se compone. A medida que tu cuerpo digiere los alimentos en el intestino delgado, los componentes que no se pueden descomponer se mueven a lo largo de la vía gastrointestinal y, finalmente, en el intestino grueso llamado colon.

Las bacterias intestinales descomponen algunos de los contenidos por fermentación. Este proceso produce gases y subproductos llamados ácidos grasos que se reabsorben y utilizan en las vías metabólicas relacionadas con la inmunidad y la prevención del desarrollo de enfermedades.

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En este punto hay dos vías de “salida”. Los gases pueden reabsorberse a través de la pared intestinal hacia la circulación y finalmente exhalarse a través de los pulmones… o excretarse a través del recto, lo que acaba convirtiéndose en un pedo.

Ahora bien, el pedo no deja de ser un elemento defectuoso fuera de nuestra cuerpo, principalmente por el olor que desprende una flatulencia humana, compuesta por nitrógeno (70-85%), Hidrógeno (0-50%), Dióxido de carbono (10-30%), Metano (0-10%), Oxígeno (0-10%) y, atención, partículas aerosolizadas de excrementos, aunque en cantidades minúsculas.

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El gas en los intestinos proviene de diferentes fuentes. Puede ser por tragar aire. O del dióxido de carbono producido cuando el ácido estomacal se mezcla con el bicarbonato en el intestino delgado. O los gases pueden producirse por bacterias que se encuentran en el intestino grueso.

Por tanto, no deja de ser un desafío para los investigadores lograr que las personas se registren para experimentos que miden los pedos. En el último caso, diez adultos sanos se ofrecieron para cuantificar la cantidad de gas que pasaron durante un día.

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En un período de 24 horas, todos los gases que expulsaron se recolectaron a través de un catéter rectal. Comieron normalmente, pero para asegurar un aumento en la producción de gas también comieron 200 gramos de frijoles horneados.

¿Resultados? Los participantes produjeron un volumen total medio de 705 ml de gases en 24 horas, pero varió de 476 ml a 1.490 ml por persona. El gas de hidrógeno se produjo en el mayor volumen (361 ml durante 24 horas), seguido de dióxido de carbono (68 ml / 24 h). Solo tres adultos produjeron metano, que varió de 3 ml / 24 a 120 ml / 24 h. Los gases restantes, que en su mayoría eran nitrógeno, contribuyeron aproximadamente 213 ml / 24 h.

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Por cierto, el gas también se produjo mientras estaban dormidos, pero a la mitad de la tasa en comparación con durante el día (media de 16 ml / h frente a 34 ml / h).

El estudio venía a cuantificar la cantidad “normal” de gases que puede producir el cuerpo humano, pero también a recordar la necesidad de dejarlos salir. Tratar de mantener un gas puede conducir a una acumulación de presión y mayor incomodidad.

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Sin embargo, una acumulación de gas intestinal como norma puede desencadenar distensión abdominal, con algo de gas reabsorbido en la circulación y exhalado en la respiración.

Además, mantenerlo demasiado tiempo en el cuerpo significa que la acumulación de gases intestinales puede acabar en un pedo incontrolable y probablemente en una situación poco agradable.

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También se sugiere, aunque no es causa directa, que el aumento de la presión en el recto podría aumentar la probabilidad de desarrollar una afección llamada diverticulitis, en la que se desarrollan pequeñas bolsas en el revestimiento intestinal y se inflaman.

Por todo ello, la próxima vez que sientas que un gran volumen de gas intestinal se prepara para hacer lo que suele hacer, simplemente intenta moverte a un lugar más “solitario” y deja que la naturaleza siga su curso. [The Conversation, Wikipedia]