Una de las canciones de pop contemporáneo más cándidas que se haya escrito es el «Love In The First Degree» de las británicas Bananarama. En ella se describe un mundo onírico en el cual una joven es acusada de estar enamorada, algo que ella admite con regodeo y la lleva a acabar en la cárcel — el lugar donde comienza la canción y desde el que pide a su pareja que la rescate, puesto que ni juez ni jurado quieren oír su testimonio. Todo ello ocurre rodeado de un tono genuinamente ingenuo y bobalicón que añade sumo encanto al conjunto que es, en definitiva, una declaración de amor.
La canción es lo opuesto a la sensualidad y picardía imperantes en las listas de radiofórmula -que se volvieron explícitas desde los años 90 en adelante, con ayuda de la universalización del rap- pero la claridad y descaro en su inocencia casi infantil la hacen un éxito, no sólo para todos los públicos, sino divertido, alborozado, de melodía endulzante y accesible de sobra.

Este ejemplo atemporal de lo que fue el dance pop ochentero -que contrarrestaba la habitual seducción gélida del italo– compitió, perdiendo, en los BRIT Awards de 1988 contra el «Never Gonna Give You Up» de Rick Astley; otro enorme éxito (que repuntó tras el cambio de siglo con el rickrolling) de una orientación más pragmática en la propuesta y un trasfondo algo amargo ya desde el primer verso (We’re no strangers to love / you know the rules and so do I) que, curiosamente, también recibió la mano artística del conglomerado de compositores/productores musicales Stock Aitken Waterman (SAW).

Como siempre que hay éxito y mérito hay disputa sobre la autoridad. Desde SAW afirmaron ostentar todo el poder creativo pero Sara Dallin -quien, además de vocalista principal, tocó el bajo durante la grabación- defendió haber acuñado el título del tema y Siobhan Fahey el haber sido la compositora de la letra con aportes del resto de Bananarama.
Sea como fuere, «Love In The First Degree» fue grabada en septiembre de 1986 y publicada como single justo un año después para, finalmente, aparecer como segunda canción en el cuarto álbum de Bananarama llamado «WOW!» (1987, London Recordings). Tras su publicación, el icónico trío femenino original (Dallin, Woodward y Fahey) perdió una integrante con el abandono de Fahey -quien fue reemplazada por Jacquie O’Sullivan- debido, según afirmó, a la presión artística que ejercía el trío productor sobre el contenido de las letras del disco.