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Cómo una barra de cacahuete, un huevo y unos granos de maíz originaron uno de los grandes inventos del siglo XX, el microondas

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La mayoría tenemos un microondas en casa, y probablemente nunca le hemos dado demasiada importancia al momento en que alguien lo inventó. Hoy vamos a saber quién y cómo llegó a desarrollar uno de los inventos más utilizados por la sociedad moderna. Como tantas veces, todo empezó con la guerra.

Año 1941, Percy LeBaron Spencer, natural de Maine, era un ingeniero autodidacta que nunca había terminado la escuela. Según podemos leer en un estupendo artículo de Popular Mechanics, la historia de Spencer fue fascinante. De familia pobre, Percy creció con muy poca educación formal, pero eso no fue un obstáculo para que desde muy pequeño sintiera que la mecánica de las cosas y la búsqueda de soluciones estaban en su ADN.

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Esa curiosidad natural, el ingeniero que llevaba dentro, le llevó hasta muchas de las fábricas que poblaban su estado. A los 12 años consiguió un trabajo en una fábrica de bobinas. A los 14 años, Spencer pasó a instalar electricidad en una fábrica de papel. Unos años más tarde se sintió inspirado por las acciones heroicas de los operadores de radio del Titanic: se unió a la Marina y aprendió sobre las nuevas tecnologías.

Tras la Primera Guerra Mundial, el chico consiguió empleo en una empresa que estaba dando sus primeros pasos: American Appliance Company (cofundada por uno de los organizadores del Proyecto Manhattan).

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Para 1925, la compañía cambió su nombre a Raytheon Manufacturing Company, y hoy todavía fabrican misiles, sistemas de entrenamiento militar y productos de guerra electrónica. En muy poco tiempo, Spencer, el ingeniero autodidacta, se había convertido en uno de los más valiosos para la compañía.

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Llegados a la Segunda Guerra Mundial, Raytheon estaba trabajando en mejorar la tecnología de radar para las fuerzas aliadas, y allí estaba Spencer solucionando todo tipo de problemas para la compañía. Por ejemplo, ayudando a desarrollar fusibles de proximidad o detonadores que permitían disparar proyectiles de artillería para que explotaran en medio del aire antes de golpear su objetivo.

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Es más, Spencer logró varias patentes mientras trabajaba en formas más eficientes y efectivas de producir en masa magnetrones de radar. Cuando hablamos de un magnetrón de radar nos referimos a una especie de silbato eléctrico que, en lugar de crear un sonido vibrante, crea ondas electromagnéticas vibrantes.

En 1941, Specer ideó una forma más eficiente de fabricarlos. Su innovación permitió que la producción aumentara de 17 por día a más de 2.500 por día.

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El microondas

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Aunque la leyenda suele contar que fue con otro producto, Popular Mechanics se puso en contacto con el nieto del inventor, George “Rod” Spencer Jr, y con un historiador de la empresa, Chet Michalak, para averiguar la verdad del origen del microondas.

Al parecer, Spencer estaba tratando de mejorar el nivel de potencia de los tubos de magnetrón que se utilizarían en los conjuntos de radar. Un día de 1946, el ingeniero estaba probando uno de sus magnetrones cuando se metió la mano en el bolsillo e hizo un descubrimiento sorprendente: la barra de mantequilla de cacahuetes que tenía se había derretido.

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La leyenda decía que fue con una barra de chocolate, pero según el nieto:

No fue así. Amaba la naturaleza... especialmente a sus pequeñas amigas las ardillas, por lo que siempre llevaba una barra de cacahuete en su bolsillo para romper y darles de comer durante el almuerzo.

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En realidad esta es una distinción importante al relato, ya que el chocolate se derrite a una temperatura mucho más baja, lo que significa que fundir una barra de cacahuate con microondas era mucho más notable.

Tras el cacahuete y aún sorprendido por lo que había ocurrido, Spencer realizó otra dos pruebas con el magnetrón. Primero puso un huevo debajo del tubo. Momentos después explotó. Al día siguiente, Percy Spencer trajo unos granos de maíz, los hizo estallar con su nuevo invento y compartió las palomitas de maíz en la oficina.

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El horno de microondas acababa de nacer.

Por cierto, y como curiosidad, Spencer nunca supo si el invento era seguro para cocinar. Para ello tuvo que pasar un tiempo hasta que se supo que las bajas dosis de radiación electromagnética emitida por los microondas generalmente se consideran seguras. En cualquier caso, en la década de 1940 esta información no estaba disponible.

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Un año después de aquel descubrimiento por accidente, en 1947, salía al mercado el primer horno de microondas comercial. Se probó en un restaurante de Boston y más tarde Raytheon introdujo el modelo Radarange 1161. Tenía una altura de 1.7 metros, pesaba 340 kilos y costaba 5.000 dólares.

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Esta primera y monstruosa versión tenía que ser conectada a una línea de agua porque el magnetrón estaba refrigerado por agua. Al público le tomó algunos años hacerse a la idea, pero a medida que la tecnología mejoró, los hornos de microondas crecieron en popularidad, particularmente en la industria alimentaria.

Los restaurantes podían mantener las recetas cocinadas en el refrigerador y calentarlas a fin de reducir los restos. Otros establecimientos de la industria alimentaria utilizaron microondas para tostar los granos de café o descongelar y precocinar la carne.

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En realidad, hubo que esperar hasta 1967, dos décadas después de su invención, para que el horno de microondas finalmente se pusiera en marcha en los hogares en la forma del compacto que conocemos hoy. [Popular Mechanics, Wikipedia]