Perros detectores de drogas en festivales: ¿más daño que prevención?

Este 2018 ha sido el año en que más perros detectores de drogas he visto en los festivales que se han celebrado este verano. También los vi de detección de explosivos, dado que seguimos en el nivel 4 de alerta antiterrorista y tales aglomeraciones de público obligan a adoptar este tipo de precauciones. Sin embargo, el uso de los perros para la detección de drogas no responde a ningún tipo de alerta antiterrorista sino, imagino, a un intento por abordar el consumo de drogas que es tan prevalente en este tipo de contextos de ocio.

El uso de perros por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se remonta al año 1945 y en la actualidad tanto Guardia Civil, Policía Nacional, Mossos d’Esquadra, Ertzaintza y algunas Policías Locales cuentan con perros adiestrados para la detección de drogas, explosivos, dinero en efectivo o personas, cuya encomiable labor en estos casos no voy a poner en cuestión pero sí la referida a la detección de drogas cuando se trata de sancionar a personas por infracción del artículo 36.16 de la Ley 4/2015 de Seguridad Ciudadana; es decir, por la tenencia de drogas en la vía pública aunque no estén destinadas al tráfico.

El uso de perros detectores de drogas en las entradas o, incluso, en el interior de los festivales ha sido objeto de polémica y de un análisis científico de su efectividad en términos de disuasión (si hay perros, la gente no llevará ni consumirá drogas) y detección (toda persona que lleve drogas será señalada por los perros). Una de las últimas contribuciones a este debate es un artículo publicado en la International Journal of Drug Policy por Jodie Grigg, Monica J. Barratt y Simon Lenton de Australia y titulado «Drug detection dogs at Australian outdoor music festivals: Deterrent, detection and iatrogenic effects«.

Griggs et al 2018

Tanto este estudio como otros realizados con anterioridad vienen a concluir que la capacidad disuasoria de la presencia de perros detectores de droga en los festivales de música es muy baja. En lugar de evitar llevar drogas encima o, directamente, no consumir en el festival, muchas personas tienden a emplear estrategias para disminuir la probabilidad de detección, algunas de las cuales pueden suponer importantes riesgos para la salud:

  • esconder bien las drogas, a veces en cavidades corporales,
  • llevar cantidades pequeñas,
  • tomar las drogas antes del festival y no durante,
  • tomar drogas que no sean detectadas por los perros,
  • comprar las drogas dentro del festival,
  • ingerir las drogas y vomitarlas una vez dentro del festival.

Además de lo anterior, otras investigaciones previas habían identificado un fenómeno llamado «consumo por pánico» (panic consumption) por el cual la persona consume lo que lleva cuando se da cuenta de que hay perros detectores, aumentando el riesgo de sobredosis.

Pero, por otra parte, resulta que la capacidad para identificar a personas que llevan drogas para su consumo o que tienen intención de traficar con ellas en los festivales es muy baja. En el estudio de Grigg, Barratt y Lenton (2018), solo el 3% de todas aquellas personas que llevaban drogas encima cuando vieron a los perros fueron señaladas por ellos. Pero ninguna fue procesada. Otros estudios (por ejemplo, NSW Ombudsman, 2006) encontraron una tasa de falsos positivos del 74% y menos de un 1% de señalamientos positivos que terminaron en procesamiento.

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Fuente: Unharm!

Así las cosas, tal y como Grigg et al. señalan, cualquier posible efecto disuasor o represor que pudiera tener el uso de perros detectores de drogas en los festivales debe ser considerado junto a los numerosos efectos iatrogénicos asociados que han sido puestos de manifiesto en la literatura científica. Además, si este efecto disuasor es nulo, la medida puede ser interpretada por el público de los festivales como meramente recaudatoria y de castigo hacia las personas que usan drogas y que han tenido la mala suerte de ser señaladas por el perro. Posiblemente sea una medida que, a ojos de la opinión pública, pueda verse como aceptable pero que, sin embargo, el análisis científico de su efectividad arroja serias dudas y podría estar causando más daños que beneficios.

 

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