El deshielo, un problema dispar de norte a sur del planeta

Datanomics

Los datos demuestran cómo se pierde más hielo en el Ártico que en la Antártida

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El deshielo, en datos

Mario Chaparro

Año tras año, los termómetros alcanzan temperaturas medias insólitas, logrando traspasar récords desconocidos desde que se registran estos datos. El 2016 se convirtió en el más cálido de la historia y este 2017 ya es el tercero más caluroso. El cambio climático ha acelerado el dramático problema medioambiental, y sus consecuencias han llegado hasta los extremos más remotos del planeta, donde el hielo, dueño de un paisaje blanco, ocupa cada vez menos terreno.

¿Es el calentamiento global el simple responsable del deshielo que sufren los polos?

Los datos extraídos del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NSIDC, por sus siglas en inglés) demuestran que el deshielo se da principalmente en Ártico. A finales de la década de los ochenta y durante la de los noventa la superficie helada en el polo norte rondaba los 14 millones de kilómetros cuadrados, extensión que se mantuvo con algunas disminuciones mes a mes. Ahora, sin embargo, la extensión es mucho menor, rondando los 2,5 millones de kilómetros cuadrados.

El declive empezó alrededor de 2005, cuando empezaron a registrarse mínimos históricos en esa región. Durante los meses más fríos y entre 2008 y 2013, el polo norte vio cómo repuntaba ligeramente el área helada, pero la tendencia siguió siendo la disminución durante los años posteriores.

En la Antártida, sin embargo, el escenario es diferente. Siendo cierto que este 2017 la superficie helada se ha situado en mínimos históricos -tendencia que empezó a marcarse en los primeros meses de 2016-, desde 2007 a 2016 hubo muchos meses en los que se marcaron niveles muy altos de hielo, por encima de la media registrada desde 1979.

Miquel Canals Artigas, catedrático dedicado al estudio multidisciplinar del océano en la Universitat de Barcelona, apunta a la evidente “tentación de relacionar” el deshielo con el calentamiento global, “pero no en todos los casos está directamente demostrado”. Canals destaca los casos en los que sí hay evidencias científicas de la implicación del cambio climático, como “en la región de la península antártica, en el ártico canadiense o en Groenlandia”.

En otras zonas, sin embargo, como “en la Antártida oriental, que es la región con un volumen de hielo más grande, se cree que hasta el efecto puede ser contrario”. “Si la superficie del norte es más caliente favorece la evaporación de agua. Y, a más evaporación, más precipitaciones que forman más nieve que, posteriormente, se acaba convirtiendo en hielo”, destaca el catedrático. Canals también apunta a que “esto, en un periodo cálido, puede contribuir a aumentar el volumen de hielo”.

Un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad Estatal de Portland y el Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NSIDC), en la Universidad de Colorado, ha encontrado a su vez que los efectos del cambio climático, que son evidentes en otras partes del continente antártico, aún no se observan para los glaciares en la costa occidental del Mar de Ross.

Publicado por la revista Geology, el estudio encontró que el patrón de avance y retroceso de los glaciares no ha cambiado a lo largo de la costa occidental del Mar de Ross, en contraste con los glaciares que se encogen rápidamente en la Península Antártica.

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El hielo permanente en el Ártico sigue un proceso rápido de desaparición

westphalia / Getty

El equipo de investigación compiló mapas históricos y una variedad de imágenes satelitales que abarcan el último medio siglo para examinar la actividad de los glaciares a lo largo de más de 700 kilómetros de costa. Los científicos examinaron 34 glaciares grandes para obtener detalles sobre el flujo de hielo, extensión y eventos de parto (formación de icebergs). Y aunque cada glaciar mostró avances y retrocesos, no hubo un patrón general en el tiempo o con la latitud.

Los resultados sugieren que los cambios en al clima (temperatura del aire, nevadas y temperaturas oceánicas) han sido mínimos en el último medio siglo en esta región.

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