Seis meses francesa, seis meses española. La Isla de los Faisanes, el enclave intermitente

Domingo, siete y media de la mañana. Una lluvia fría y desagradable barre el río Bidasoa a su paso por Irún. En la orilla sur, con los pies metidos hasta los tobillos dentro de un barro fétido y mugriento, un hombre se apoya en la rama medio podrida de un árbol intentando no caerse. Lleva unos pantalones cortos, y un polo azul eléctrico perfecto para el Paseo Marítimo de cualquier ciudad mediterránea, pero extremadamente inapropiado para una mañana lluviosa y desapacible en el País Vasco. Debajo del lodo, calza unas zapatillas deportivas de vivos colores, de nuevo perfectas para caminar tranquilamente por el paseo peatonal que discurre en la margen contraria del río, pero completamente impropias para avanzar por el fango. En un par de ocasiones, al dar un paso, la zapatilla ha amenazado con quedarse en el cieno, y sólo con esfuerzo y haciendo palanca el hombre ha conseguido evitar la desgracia. Hace dos meses que nuestro hombre planeó este viaje. Podría haber traído un chubasquero. Podría haber traído, claro, botas de agua, o al menos alguna prenda de manga larga. Podría haber hecho todo eso, pero ya es tarde para lamentarse. Diez años de espera están a punto de llegar a su fin. Hay una misión que cumplir, y una historia que contar. La de la Isla de los Faisanes.

 Teophile Gautier, que no por nada era poeta, aseveró en su día que la Isla de los Faisanes era del tamaño y forma de un lenguado frito medianejo. Es un poco más grande que eso (220 metros de largo y 39 de ancho, con una superficie de unos 6.000 metros cuadrados), pero ciertamente es un islote sin demasiado interés, fuera de su relevancia histórica y fronteriza. Unas pocas docenas de chopos, hierba en abundancia, maleza que crece sin molestias y poco más. En uno de sus extremos se acumulan algas y basura traídos y llevados por las mareas, y en el centro de la isla se alza un monumento sesquicentenario. No hay fauna apreciable en el islote, más allá de insectos y algún ave despistada. Desde luego, no hay faisanes. Veinte metros de corriente Bidasoa mediante, se alcanza Hendaya, en Francia. Cincuenta metros al sur, se encuentra Behovia, barrio histórico de Irún. El Río Bidasoa oficia de frontera entre España y Francia en los veinte primeros kilómetros de la frontera común, justo hasta el límite entre Euskadi y Navarra. Hay varias islas en la desembocadura del río, y todas pertenecen a España. La Isla de los Faisanes también, pero sólo seis meses al año, los que van de febrero a julio. Los otros seis, es un territorio administrativamente francés. ¿Cómo es posible una rareza fronteriza semejante? Para contarlo es para lo que fui allí.

La Isla de los Faisanes, a principios del siglo XX (Museo San Telmo)

La reunión anual de mi empresa había sido en Burdeos. Dos días de Power Points, de cenas pantagruélicas regadas con abundante alcohol de discutible calidad y de esos juegos para adultos a los que llaman Team Building, todo ello en un camping junto al estadio del Girondins. A eso de las tres de la tarde del sábado nos depositaron, resacosos y exhaustos, en el aeropuerto de Merignac, donde recogí mi coche de alquiler. Enfilé rápidamente por la autopista hacia la frontera española, aprovechando las paradas para intercambiar Whatsapps con Ander Izagirre, que iba a ser mi cicerone en la visita a la Isla.

Pues es bonico el centro de Burdeos, mirusté

Avancé rápidamente por la autopista. Demasiado rápidamente, a juzgar por la multa por exceso de velocidad que me llegaría semanas después a casa. Las densas cortinas de agua que me tocó atravesar me recordaron que estaba un poco lejos, geográfica pero sobre todo climáticamente, de los treinta soleados grados que había dejado en Barcelona. Mi conocimiento del suroeste francés era y sigue siendo más bien nulo, pero las noticias sobre ETA en los últimos treinta años hacían que la sucesión de topónimos en los carteles de la autopista me resultara familiar. Anglet, donde fue asesinado Argala, a su vez asesino de Carrero Blanco, Bidart, donde se detuvo a la cúpula de ETA en 1992, o Bayona, donde se escenificó el desarme de la banda terrorista. Con esos negros nubarrones, literales y metafóricos, llegué hasta la frontera.

La relevancia histórica de la Isla de los Faisanes se remonta al siglo XVII. En 1659 España y Francia ponían fin a su parte de la terrible Guerra de los Treinta Años, un conflicto paneuropeo que dejó más de tres millones de muertos y esquilmó la población continental hasta límites sólo alcanzados por la Peste Negra. La firma de la paz se plasmó en el Tratado de los Pirineos que, como el lector ya habrá adivinado, se firmó precisamente en la Isla de los Faisanes. Allí negociaron durante semanas Luis de Haro, enviado del rey español Felipe IV y el cardenal Mazarino, plenipotenciario de Luis XIV de Francia. Para las negociaciones se instalaron dos tiendas, una por país, con una sala en medio, un esquema que quizá sirvió de inspiración a la ya mítica sala de reuniones que hay en la frontera entre las Coreas. Un par de puentes temporales, uno en cada orilla, fueron alzados para permitir el acceso de los plenipotenciarios y su séquito al islote. Tras 24 sesiones, el 7 de julio de 1659 se firmó el tratado, en el que se acordó entre otras cosas el traspaso a Francia de las comarcas del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y la Alta Cerdaña, dando lugar a la frontera hispanofrancesa tal y como la conocemos hoy.

Grabado francés de 1694 ilustrando la firma del Tratado de los Pirineos a mayor gloria del Rey Sol. Los franceses llaman al islote «Isla de la Conferencia» precisamente por el encuentro de los reyes español y francés en el lugar. En euskera la isla se llama «Konpantzia», una corrupción de «konferentzia» (gracias, Ander).

La ratificación del tratado se produjo un año después. El 7 de junio de 1660 se produjo el encuentro entre los Reyes de España y Francia, en el que el primero le entregó en matrimonio a su hija María Teresa al segundo, además de medio millón de Escudos de oro (al cambio, un pastón) a cambio de la renuncia francesa al trono español (Ana de Austria era hermana de Felipe IV y madre de Luis XIV). Aquel encuentro fue preparado por el lado español por Diego Velázquez, que además de pintar cosas ostentaba el cargo de Aposentador Real, y se encargaba, por tanto, de viajar por delante del rey para ir preparándole sus alojamientos en los lugares donde pernoctara. Velázquez ya no era un mocito (tenía 61 años) y hay opiniones acerca de que fue aquel viaje tan duro el que provocó su muerte apenas mes y medio después de regresar a la Villa y Corte madrileñas.

Entrevista entre Luis XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes, óleo sobre lienzo de Jaques Laumosnier expuesto en el Museo de Tessé, en Le Mans.

Mi viaje hasta la Isla de los Faisanes no fue tan accidentado ni tuvo consecuencias tan terribles. Ander y yo no nos conocíamos en persona así que Whatsapp mediante fijamos el punto de encuentro en una gasolinera de Irún. Concretamente la primera tras el puente fronterizo. No podía ser de otro modo: nuestro primer encuentro tenía que ser en una frontera. Una vez celebrado el rendez-vous, nos fuimos de paseo a la Muga nº1 de la frontera con Francia, que es también un trifinio entre el País Vasco, Navarra y Francia, por seguir con la temática. Allí, Ánder puso a prueba mi resistencia haciéndome trepar por el típico sendero rural resbaladizo como una bañera y empinado como la cara interior de las Torres Kio. Tras la visita nos acercamos a la orilla del Bidasoa a echarle un ojo a la isla. Ander me contó su visita al islote, que fue más o menos así: «Volvía de dar un paseo con la bici, vi que la marea estaba baja y entré a ver qué tal». Madre mía, yo montándome épicas escenas de conquista y exploración que ni Henry Stanley chocando puños con Livingstone en la orilla del lago Tanganika, y aquí el amigo se coló en la isla justo antes del aperitivo porque tenía un rato libre.

Ander Izagirre (a la derecha) y servidor en el límite entre Navarra y el País Vasco. Sólo nos costó trece intentos hacer un selfi sin tapar el cartel.

Después de que Ander me invitara a unos pintxos y de dar un paseo por la siempre espléndida ciudad de San Sebastián me dirigí al hotel que había reservado en Hendaya, cuya principal característica era ser el más cercano a la frontera de los que entraban en mi presupuesto. Allí estudié las mareas del día siguiente, algo que quizás podría haber hecho antes de salir de casa, pero nunca he destacado por mi capacidad de previsión y organización, eufemismo que mi mujer resume en cuatro palabras, siendo las dos primeras «eres un» y la cuarta «desastre», mientras que la tercera no puedo reproducirla aquí por estar en horario infantil. Lo peor que podría haberme pasado es que la marea baja, la que permite cruzar sin excesivos problemas desde el lado español del río, se diera de madrugada o después de las tres de la tarde, puesto que tenía que tomar un vuelo en Burdeos (a 270 km de Irún) a las seis. Sin embargo, en un ataque de suerte sin precedentes, la hora era perfecta: las siete y media de la mañana, justo al amanecer.

Muga fronteriza francoespañola nº 1, que ejerce simultáneamente de trifinio con el País Vasco y Navarra; la fotografía está tomada desde unos cien metros de distancia, al otro lado del Bidasoa. Desde la muga hay una caída a pico hasta el río de treinta metros. Cargar hasta ahí esos doscientos kilos de granito en 1856 tuvo que ser un paseo de lo más entretenido.

La firma del tratado de los Pirineos no fue la única ocasión histórica que vivió el pequeño territorio. Felipe V, el primer Borbón, entró al país en el que reinaría precisamente a través de la isla. Un par de siglos antes, en 1526, el Rey francés Francisco I, que había sido hecho preso en la batalla de Pavía, fue devuelto a Francia a través del islote. En el mismo lugar se celebró unas décadas después una conferencia entre Isabel de Valois (reina de España y esposa de Felipe II) y Carlos IX de Francia, su hermano. Y, finalmente, el 9 de noviembre de 1615 se llevó a cabo en la isla el intercambio de las princesas Ana de Austria e Isabel de Borbón, casadas por poderes con los herederos de Francia y España respectivamente.

El Intercambio de Princesas, de Rubens, una alegoría encargada por Maria de Medicis para decorar el Palacio de Luemburgo en París. Las princesas Ana e Isabel tenían 14 y 13 años, respectivamente, y habían sido casadas por poderes cuatro años antes.

Durante dos siglos la frontera hispanofrancesa fue asunto de mapas y tratados más que de modificaciones reales sobre el terreno. El tratado de Llivia, que entregó a Francia 33 pueblos ceretanos y dejó a la localidad de la firma como un islote español rodeado de territorio francés, fue firmado en noviembre de 1660, pero tardó seis décadas en hacerse efectivo, fundamentalmente por la resistencia de los locales. La delimitación de la frontera (el deslinde) y su correspondiente amojonamiento tardarían casi 200 años en empezar a llevarse a cabo, provocando por el camino numerosos conflictos y escaramuzas a lo largo de toda la Raya debido a la indefinicion del límite. En lo que a la desembocadura del Bidasoa respecta, Francia reclamó insistentemente durante esos dos siglos que el límite transcurriera por el medio del río, mientras que España hizo valer la tradición histórica según la cual el limite entre los dos reinos estaba en la marea alta del lado francés del cauce (es decir, durante la bajamar, la orilla francesa del río también era española, al menos en sus primeros dos o tres metros).

Extremo occidental de la Isla de los Faisanes, visto desde Hendaya. El nivel al que llegan las mareas es claramente visible en el talud de refuerzo del islote.

A mediados del siglo XIX, por fin, se celebraron las primeras conversaciones para llevar al terreno los tratados firmados dos siglos antes. En diciembre de 1856 se firmó el primero de los Tratados de Bayona, en el que Francia, por fin, obtuvo la soberanía sobre la mitad de los últimos kilómetros del Bidasoa. En ese tratado se estableció que la Isla de los Faisanes sería un condominio entre los dos países, aunque sin determinar cómo se repartirían las obligaciones y derechos sobre el pequeño territorio. De paso, y ya que estaban, se procedió a ampliar la isla, que había quedado reducida por la erosión a una lengua de tierra de apenas 80 metros de largo por 5 de ancho. Para ello se colocaron taludes y refuerzos que evitaran la desaparición de un lugar tan simbólico y con esto la isla quedó con su tamaño y proporciones actuales.

Monumento en la Isla de los Faisanes. Debajo, detalles de las inscripciones

Asi me encontré yo el islote el domingo en que me planté en la orilla del río. Verde y escasamente llamativa. Aparqué el coche frente al bar Faisán, un lugar conocido en toda España porque se vio envuelto en un turbio asunto hace unos cuantos años, y me dirigí al Bidasoa. Irún y Hendaya se desperezaban en una mañana fría y desangelada y yo, con mis pantalones cortos y mi estival polito azul brillante me dispuse a cruzar el río. La bajamar había reducido los treinta metros de ancho y dos o tres de profundidad de la corriente en el lado sur del Bidasoa a una manga de agua estancada de apenas cinco metros de ancho y medio metro de profundidad. El problema, claro, es que el cauce que quedaba al descubierto era un cenagal inmundo. Pero bueno, Núñez de Balboa y sus hombres cruzaron la selva de Darien en condiciones infrahumanas para llegar al Océano Pacífico así que un poco de barro tampoco me iba a matar.

No creo que me llamen de Al filo de lo imposible, francamente

Me agencié una rama de árbol no del todo putrefacta que encontré entre el lodo para que cumpliera la función doble de bastón de apoyo y medidor de la profundidad del barro situado delante de mis completamente impropias zapatillas deportivas, y con esa precaria ayuda conseguí llegar al, a esa hora, breve brazo de agua, sin más incidencias que una zapatilla clavada en el barro que se negó a salir junto con su correspondiente pie, en un gesto que interpreté de desacuerdo con el trato al que estaba siendo sometida. Crucé rápidamente el río con el agua un poco por encima de las rodillas (resultó que los pantalones cortos eran una buena idea) y me encontré al otro lado con el mismo lodazal que acababa de dejar atrás. Intenté llegar a las escaleras que dan acceso a la isla, pero el barro era demasiado profundo y probablemente habría tenido que volver descalzo así que tocó escalar el talud, algo que me llevó más tiempo de lo esperado. Mi mayor temor no era pegarme una costalada sino que se me mojara la cámara de fotos, pero en apenas cinco o seis minutos había alcanzado mi objetivo. La isla de los Faisanes. Le envié una foto a Ander como prueba de mi hazaña a lo que respondió con un «Bravo, Amudsen» en que que quizá flotaba un poso de ironía.

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar

Aprovechando los trabajos de ampliación del islote se colocó un monumento en el centro de la isla conmemorando los doscientos años de la firma del Tratado de los Pirineos. A día de hoy las inscripciones se leen con cierta dificultad, pero el texto original (en español y francés) reza:

En memoria de las Conferencias de MDCLIX por las cuales Felipe IV y Luis XIV con una feliz alianza pusieron término a una empeñada guerra entre sus dos naciones. Restauraron esta isla Isabel II Reina de los Españoles y Napoleon III emperador de los franceses en el año MDCCCLXI

El condominio había quedado establecido en 1856, pero la falta de definición del mismo siguió provocando roces fronterizos. En 1877, por ejemplo, la marina española detuvo a unos contrabandistas de Hendaya, que alegaron que no podían ser detenidos por autoridades extranjeras en su propio país. Un año más tarde las autoridades españolas prohibieron el atraque de un par de chalupas francesas en la isla. En 1901, por fin, la comisión binacional de límites puso remedio a la situación fijando las condiciones actuales del condominio. La isla estaría seis meses bajo soberanía española y otros seis bajo la francesa. Originalmente las fechas eran del 12 de febrero al 11 de agosto para el control español y el resto para el francés; actualmente España controla la isla entre el 1 de febrero y el 31 de julio, efectuándose el cambio de soberanía exactamente a las 10 de la mañana del 1 de agosto. ¿Y cómo se realiza este traspaso? Pues de la manera más insulsa posible. Un email y una llamada de teléfono entre las comandancias navales de San Sebastián y Hendaya son todo el ceremonial que se realiza cada seis meses

Ceremonia del traspaso de poderes celebrada en febrero de 2012. En algunas ocasiones se hace alguna cosa más apañada que un email al comandante del puerto, pero tampoco es demasiado frecuente.

Otra de las condiciones que se estableció en el acuerdo de 1901 fue la de la legislación que rige en la isla en cada momento. Para un ciudadano español, siempre es la española, y para uno francés, siempre es la francesa, independientemente de la época del año. Para el resto de los habitantes del planeta, la jurisdicción es de los tribunales del país que en ese momento retenga la soberanía de la isla. Es decir, un tribunal francés no puede procesar a un ciudadano español que cometa un delito en la isla, y debe entregarlo a la mayor brevedad y sin seguir los tediosos y burocráticos cauces habituales a las autoridades del país vecino. Todavía no se ha dado el caso en el que este acuerdo tenga que aplicarse, de todos modos, por lo que a efectos jurídicos son todo puras especulaciones.

Imprescindible foto realizada poniendo un pie en cada país. La frontera es, en este caso, el inicio del talud de refuerzo del islote.

Procuré no cometer ningún delito en los tres cuartos de hora que pasé en la isla. Existía la posibilidad de que la marea subiera y me dejara atrapado en el lugar, algo que me habría llevado a pedir ayuda a los piragüistas que remaban ya de buena mañana en el brazo navegable del río, y que prefería evitar en la medida de lo posible. Así que me recorrí la isla unas pocas veces, envié Whatsapps y tuits celebratorios, hice las pertinentes fotografías para ilustrar este texto y regresé por donde había venido, pisando literalmente mis propias huellas, que quedaron como efímero testimonio de mi visita. No sólo había visitado mi primer condominio sino también un enclave. ¿Y por qué un enclave? Bien, la frontera discurre por el centro de la parte navegable del Bidasoa. Obviamente el trocito de agua helada que acababa de cruzar a pie tratando de no mojarme los pantalones no es navegable, así que en el momento de mi visita la frontera empezaba y terminaba en los límites de la isla, quedando la mitad del brazo «francés» del río nuevamente bajo soberanía española. No sólo es un condominio. Es un enclave, pero sólo durante seis meses al año.

Arriba, esquema insufriblemente cutre hecho con el Paint de la frontera cuando la isla es española, de febrero a julio. Una cosa normalita y sin pretensiones. Debajo, la situación de agosto a enero, con la isla convertida en un enclave francés en la mitad española del río, a unos diez metros de la frontera francesa. 

La Isla de los Faisanes, pues, tiene el mérito, si se puede hablar de tal cosa tratándose de un pedazo de tierra emergida, de ser el condominio más pequeño del mundo, el único territorio que cambia de soberanía regularmente y el único enclave intermitente del mundo. Ya me diréis si no merecía la pena la visita.

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25 respuestas a “Seis meses francesa, seis meses española. La Isla de los Faisanes, el enclave intermitente

  1. Ander Izagirre 21-noviembre-2017 / 8:44 am

    Diego, he leído tus aventuras mordiéndome las uñas con emoción. Y un poco sorprendido de que la guardia civil no hiciera caso de la llamada que les hice para alertar de tus propósitos.

    Como este tema da para ser muy quisquilloso, te dejo aquí un par de quisquillas.

    1. Konpantzia no significa compasión en euskera. De hecho, no significa nada (salvo ese topónimo curioso, que viene obviamente de Konferentzia, pronunciado de manera coloquial, comiendo sílabas).

    2. La frontera, si no me equivoco, pasa por la línea central del cauce navegable en marea baja. Esa línea es siempre la misma. Por eso, creo que tu foto con esas espectaculares banderitas que parpadean está mal.

    3. Relacionado con esto: creo que no es exacto decir que la isla sea seis meses francesa y seis meses española. La isla es siempre de ambos Estados, es un territorio indiviso. Eso lo decidieron en 1856. En 1901 decidieron que «el derecho de policía» se ejercería en turnos de seis meses. Y el 12 de agosto de 1902 hicieron un sorteo para decidir los turnos. Se turna esa vigilancia sobre la isla, pero no su soberanía.

    Resumiendo: la isla no cambia de soberanía (que siempre es compartida) y, por tanto, no es un enclave intermitente.

    La bola extra que me guardo para cuando yo termine de escribir mis rollos dentro de unos años: esa isla ni siquiera es la verdadera isla de los Faisanes. ¡Tachán!

    Gracias de nuevo por la visita, por el paseo y por compartir estas tonterías con las que tan a gusto perdemos el tiempo.

    Abrazo.

  2. Raúl 21-noviembre-2017 / 9:30 am

    Todo un ejemplo de como dos países pueden compartir algo y ser buenos vecinos. Ojalá hubiera más ejemplos así en el mundo y menos muros y fronteras cerradas.

  3. alfanje 21-noviembre-2017 / 1:55 pm

    La placa dice (con todo en mayúsculas) «Isabel II Reina de las Españas y Napoleón III Emperador de los franceses». Mirando las fotos me ha llamado la atención la asimetría y por eso me he dado cuenta luego de que el texto no lo reproduce bien. Las Españas, no los españoles.

    • fm 21-noviembre-2017 / 2:51 pm

      No lo sé muy bien las causas, pero Luis Felipe de Orleans era «rey de los franceses», no de Francia, y en el caso de Bélgica es «rey de los belgas», no de Bélgica. Es que el título es literalmente así.

      • Luis Capeto 21-noviembre-2017 / 11:27 pm

        Luis Felipe intentaba ser un rey ciudadano. Fue el primero que no vestía los grandes mantos sino un uniforme militar. Su reinado estuvo lleno de gestos simbólicos de ese jaez, desde adoptar la tricolor revolucionaria como bandera hasta abrir Versalles al público como museo.

        La idea es que Francia no era de él, sino del pueblo, y que él sólo gobernaba dicho pueblo.

  4. fm 21-noviembre-2017 / 2:52 pm

    ¿Que otros casos de condominio hay actualmente en el mundo?

    • Diego González 23-noviembre-2017 / 9:41 am

      Pocos. El Río Mosela en el tramo fronterizo ente Alemania y Luxemburgo, otro similar entre Paraguay y Brasil con el Río Paraná, un pedazo del Lago Constanza entre Alemania, Suiza y Austria y las aguas del Golfo de Fonseca, entre El Salvador, Honduras y Nicaragua.

      El único condominio puramente terrestre, de hecho, es la Isla de los Faisanes.

      • fm 13-diciembre-2017 / 6:54 pm

        Gracias.

  5. Eleder 21-noviembre-2017 / 3:21 pm

    Por cierto, lo de los «Faisanes» es una falsa etimología curiosa. Parece que el nombre viene de que a la zona de Behobia se le llamaba «Pausu» en euskera (también «el Paso»). Los que vivían allí serían los «Pausants», y de ahí acabó siendo «Faisanes».
    Más datos sobre el nombre «Pausu»: https://postaria.com/pipermail/itzul/2004-November/001660.html

  6. fadelcla 21-noviembre-2017 / 5:18 pm

    Demasiado complicado para solo 6 mil metros cuadrados. Pero si los países se llevan bien, es bueno para el turismo.

  7. Karji 22-noviembre-2017 / 10:31 pm

    Y puestos a hablar del tratado de los Pirineos, ¿para cuando un post sobre por qué la comarca del valle de Arán, siendo vertiente norte, está al sur de la frontera?

  8. Dabis 23-noviembre-2017 / 1:30 am

    Gracias por la entrada, Diego. Siendo un friki fronterizo desconocía completamente la existencia de la isla de los Faisanes. A ver, tampoco es que sea lo más interesante sobre la faz de la Tierra, pero bueno, no te acostarás sin saber una cosa más.

    Por cierto, vaya aventuraza para contar a tus nietos, eh. Cruzando un lodazal para visitar una isla sin ningún tipo de interés para cualquier persona normal jajaj

  9. muskarditz 28-noviembre-2017 / 2:59 pm

    Ya que andabas tan cerca podrías haber alargado un poquito el viaje y haberte acercado al Quinto Real (o Pays Quint; o Kintoa), y hacer un completo de disfuncionalidades fronterizas hispano-franco-euskalerriacas.

  10. fm 12-julio-2019 / 5:15 pm

    La última vez que pasé por allí habían construido una «presa» y se podía pasar andando hasta la isla desde el Irún. Supongo que estaban haciendo obras de afianzamiento.

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