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Rob_Ben_Gebler
1.- Visto en la distancia y con los escritos que aparecieron luego, es poco creíble que Alcibíades se metiera en una juerga de borrachos con tales implicaciones a sus 35 años; pero aún lo es menos que la sistemática mutilación de los hermai (a la entrada de los barrios, en plazas, lugares públicos, etc) fuera producto de una cuadrilla de jóvenes ebrios. Eso requería un conocimiento exhaustivo de los lugares donde estaban situados, y días de planificación. Excluida la juerga, sólo nos queda la existencia de espías de Corinto o Siracusa (que fue descartada por lo mismo; un grupo de espías lo suficientemente amplio como para realizar tal sabotaje, y con acento corintio o de Siracusa no podría haber pasado desapercibido) o lo que creen ahora la mayoría de historiadores: un grupo de atenienses pacifistas y / o opuestos a Alcibíades, que organizaron todo para buscar su ruina.

Destacar una delirante idea propuesta por la historiadora feminista Eva C. Keuls en los 80: la posibilidad de que hubiese sido obra de mujeres atenienses, opuestas al machismo de la sociedad ateniense y a la guerra. (¡En fin…!)

2.- Los hoplitas griegos del siglo V no conocían bien la poliorcética; esto es, el asalto a ciudades sitiadas. Se buscaba derrotar al ejército enemigo a campo abierto y, en caso de que la ciudad no se rindiera, sitiaban la ciudad, cortando los suministros de agua, alimentos, y refuerzos, hasta su rendición. Esto llevaba a asedios de muchos meses, que en los ejércitos del siglo V B.C. (y, en realidad, antes de Filipo II) era impensable. Nicias y Lámaco pensaron que derrotar a sus enemigos en campo abierto sería suficiente para que se rindieran.

3.- Estratégicamente el “muro de Invierno” de Siracusa tal vez no tuviera mucho sentido, pues no encerraba más tierras cultivables, y a los atenienses les bastaba con construir un muro más al Oeste y bloquear los dos puertos de Siracusa para acabar con la ciudad. Pero algo tenían que hacer, supongo.

4.- Gilipo, hijo de Cleandridas, en realidad, era un mothax (palabra que designaba a los hijos de homoioi y madres ilotas o periecas); recibió entrenamiento militar como un espartiata y, pese a que su padre fue desterrado en 446 B.C. por cohecho, la condena no le afectó a él. Los mothax podían cumplir funciones militares de pleno derecho, pero generalmente no se les permitía entrar en las instituciones de gobierno de la ciudad. Otro mothax famoso fue Lisandro, del que hablaremos luego, que destruyó la flota ateniense en Egospótamos, terminando con la Guerra del Peloponeso.

5.- Hay que tener en cuenta que los hoplitas llevaban el escudo en el antebrazo izquierdo, para manejar con el derecho la espada o la pica. Como el hoplita veía su lado derecho más desguarnecido, inconscientemente tendían a protegerse tras el compañero de la derecha, lo que hacía que el cuerpo del ejército tendiese hacia la derecha. Los generales eran conscientes de esto, y trataron de evitarlo, pero ni siquiera los espartanos, mucho más profesionalizados, lo consiguieron. Sólo la Falange de Filipo II de Macedonia, con sus sarissas de seis metros, arrasó una a una a todas las formaciones que se le enfrentaron.

6.- No es necesario saber el resultado final para reconocer que fue un error. Sun Tzu, y los más recientes Napoleón o Clausewitz entre los teóricos de la guerra, advierten de que “cuando una campaña empieza de manera desastrosa, más vale retirarse que conceder al enemigo más tropas que aniquilar”. Los atenienses y aliados enviaron 15000 efectivos (5000 hoplitas, 1200 atenienses; 3000 arqueros y honderos, y muchas otras tropas auxiliares); mucho más numerosos que los refuerzos que, a su tiempo, enviaría la Liga del Peloponeso.

7.- Según dice Tucídides, la derrota ateniente, al menos en parte, fue debida a la confusión entre sus filas cuando tanto los espartanos, como sus propios aliados de origen dorio, entonaron el grito de guerra característico de los pueblos dorios (paeon); acostumbrados a escucharlo de sus enemigos espartanos, creyeron, en la oscuridad de la noche, estar rodeados, y se hundieron.

8.- Con seguridad Demóstenes estaba equivocado. Sus sesenta trirremes estaban muy deterioradas y es muy poco probable que los siracusanos contaran con solo cincuenta. Y aún suponiendo que un ataque sorpresa abriera el puerto… ¿serviría para evacuar al resto del ejército ateniense en un puñado de barcos? El ejército ateniense estaba condenado, hiciera lo que hiciera.

9- Según Jenofonte, los comandantes pensaban que, de ser derrotados, caerían sobre ellos todas las culpas, y de hacer caso a Alcibíades y triunfar, éste se llevaría toda la gloria. En todo caso, la veracidad de esta anécdota no está confirmada.

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